domingo, 10 de septiembre de 2023

Concierto de Leonardo Chacón Oribe


 

.Leonardo Chacón Oribe, piano

.Espacio Colectivo de Experimentación Musical (ECEM), Mar del Plata, 9 de septiembre, hora 18.

 

            El pianista marplatense –radicado en Buenos Aires- Leonardo Chacón Oribe, brindó su primer recital profesional en su ciudad natal. Antes de ello actuó en tal carácter en otras sedes.

 

            El programa se inició con la Sonata nro. 1, en fa menor, opus 2 de Ludwig van Beethoven (1770-1827). El opus 2 está integrado por las sonatas números 1, 2 y 3. La primera, compuesta entre 1794 y 1795, y dedicada a Franz Joseph Haydn muestra, de manera evidente, que gran parte de los elementos del lenguaje pianístico del gran compositor ya estaban presentes en la que está numerada como su primera obra del género (aunque en rigor no lo sea, ya que antes Beethoven había escrito otras).

Prueba de la importancia y vigencia de su lenguaje son la clara impronta rítmica del Allegro en fa menor, en compás binario, el desarrollo a través de la transformación de una célula rítmica, la concisión, el ímpetu y un toque claro y destacado que, en el segundo movimiento, (Adagio en 3/4) recuerda a Mozart. El cuarto movimiento (Prestissimo en fa menor en compás de 2/2) evoca, en su fuerte impulso inicial, a obras como la sonata Waldstein. Es un movimiento temáticamente muy rico, donde la forma de desarrollo habitual es manejada con mucha libertad y cierra con una nutrida recapitulación de los motivos anteriores.  Va de suyo que no se trata de un trabajo de iniciación sino de una obra adulta y fundante, de complejidad temática y técnica.

           

El Estudio Nro. 7 (Eroica) en mi bemol mayor, de Franz Liszt (1811-1886) fue la siguiente obra. Descriptiva y de gran sonoridad en toda la extensión del instrumento, es uno de los 12 estudios trascendentales. Está concebido en escalas descendentes de gran bravura, luego de las cuales se presenta el tema central heroico.

            Le sucedieron los Funerales, de las Piezas poéticas y religiosas del mismo autor y una de sus obras más conocidas, donde –tal como sucede en el poema sinfónico Muerte y Transfiguración, de Richard Strauss- las connotaciones de la muerte van pasando del dolor inicial al tránsito del alma a un ámbito liberador, en una textura de gran expresividad, donde el compositor renuncia a todo efecto y cada elemento tiene una función definida en el programa de la obra. Hay un momento de virtuosismo antes de retomar el tema inicial. Se trata de una obra en que la demanda es expresiva y a la vez técnica.

 

            Las Danzas Argentinas, opus 2 de Alberto Ginastera (1916-1983) cerraron el programa. Integrado el conjunto por la Danza del Viejo Boyero; la Danza de la Moza Donosa y del Gaucho Matrero, su paleta de sonidos es de una enorme riqueza que se apoya en las escalas que el compositor utiliza tanto como en la impronta exuberante y rítmica de la primera, la dulzura de la sencilla línea melódica de la segunda e intensa bravura de la última, con su tema central que alterna con rápidos desarrollos que lo enmarcan y que finalmente lo resuelven en un gran final.

            Fuera de programa interpretó los Preludios del opus 11 de Alexander Scriabin (1872-1915) números 22, 13, 10 y 9, que corresponden a una serie de 24 preludios escritor entre 1888 y 1896. Son de una belleza serena e introspectiva.

            Fueron el cierre ideal para el concierto.

 

            Distintos lenguajes, distintas exigencias con un elemento común: el virtuosismo de las obras.

            Discípulo del maestro Aldo Antognazzi, Leonardo Chacón Oribe es un solista de gran manejo técnico, muy perfeccionista y formado en la idea del maestro Antognazzi de que el abordaje de las creaciones musicales es parte de un proceso interior, un aprendizaje del intérprete donde el significado de las obras es tan central como la técnica destinada a abordarlas.

            La forma es una parte de lo musical pero debe servir a algo que vaya más allá de ella y en esa síntesis –forma y significado- es donde, precisamente, reside lo musical.

            Antes de iniciar el concierto Leonardo Chacón Oribe se refirió –con gran concisión y claridad-  al programa que iba a abordar, a las exigencias de las obras, a su lenguaje y a las razones por las cuales las había incluido.

           

Nuevamente es de lamentar no solo la inexistencia de programas de mano, que nos priva de conocer la información general del intérprete además de las obras que integran el programa, agravado ello porque no se cuenta siquiera con un anuncio general con tal información. El efecto pandemia se extiende más allá de la pandemia misma e instala una nueva forma de pobreza en la cual el hecho musical pierde una de sus características, una básica, que es saber quién y qué habrá de tocar. 

 

           

            Un suma, pudimos acceder a un programa de obras de gran importancia musical por un pianista joven pero ya muy formado, de gran manejo en la técnica y la expresividad.

           

 

Eduardo Balestena

  

 

sábado, 5 de agosto de 2023

Concierto de Ciro Alejandro Rolón


 


.Ciro Alejandro Rolón, piano

.Teatro Colón, Mar del Plata, 3 de agosto, hora 20.

 

            Nacido en Río Negro, el joven pianista Ciro Alejandro Rolón está llevando a cabo una nutrida agenda de conciertos que proseguirá en el Museo Fernández Blanco, La Fundación Beethoven y la Escala de San Telmo, entre otros escenarios.

            Para su presentación en Mar del Plata optó por obras de distinta naturaleza del repertorio romántico y post-romántico del siglo XIX, de autores con una concepción pianística también muy diferente.

           

El Impromptu en la bemol mayor, opus 90, D 899, nro. 4 de Franz Schubert (1797-1828) abrió el programa. El hondo sentido melódico de quien es, con toda evidencia, uno de los compositores mayores y más singulares de la historia de la música, la belleza intrínseca de estas invenciones sepulta, por decirlo así, el desafío técnico que implica abordarlas, ya desde su comienzo, en rápidos pasajes en semicorcheas que forman parte del comienzo del primer motivo y del acompañamiento luego. La escritura es un fluir de estos elementos nada sencillos que deben ser interpretados en toda su musicalidad para dar el sentido de improvisación que es la propia naturaleza de los impromptus.

 

El Nocturno en do menor, opus 48 nro. 1; el Estudio en do menor, opus 25, nro 12; la Mazurca en si menor, opus 33, nro. 4 y la Balada nro. 1 en sol menor opus 23 de Frédéric Chopin (1810-1849) siguieron en el orden del programa.

El nocturno y su misterioso y delicado comienzo imponen un sentido de la frase similar al del habla, íntimo y crepuscular, donde es difícil predecir a donde conducirá la frase. Totalmente diferente, el estudio se destaca por su intensa sonoridad y amplitud, en una permanente cascada de notas, ya sea en la línea melódica y el acompañamiento. En cambio,  la mazurca, con su alternancia dinámica y su acentuación que se desplaza del primer tiempo del compás al segundo o que se aprecia en ambos, es una añoranza de la música folklórica del país natal del compositor.  La balada, una de las obras acaso más conocidas está desarrollada en un permanente cambio dinámico y una línea que conduce de un motivo melódico a otro.

El pianista polaco Piotr Andersewski en el interesante documental El viajero inquieto –donde evoca con dolor y nostalgia a aquella antigua Varsovia destruida en  la Segunda Guerra Mundial- se refiere a la naturaleza de la música de Chopin como una “ebullición muy controlada” y su definición cobra sentido en estas obras de exuberancia y a la vez de equilibrio, de sonoridad y a la vez de dulzura.

Tales distintas inflexiones –del nocturno, al estudio, de este a la mazurca y luego a la balada- constituyen una exigencia para el sentido estético de la interpretación e cualquier pianista y fue un acierto exponerlas en su rica diversidad.    

           

            Las siguientes obras del programa fueron:    I. Prelude. Moderato, II Choral piu lento- Poco Allegro III Fugue Tempo I° - Come Cadenza, de César Franck (1822-1890). La obra de Cesar Franck es de una gran finura en la concepción: virtuosística, dulce, conducida por motivos sencillos en un contexto de amplios desarrollos sonoros. No parece dada en el fácil efecto sino en la delicada sensación de un descubrimiento que nos conduce por motivos recurrentes y de una belleza que les es peculiar. Poco difundida en el repertorio de los pianistas, su complejidad de interpretación es evidente: rápidas cascadas de notas que constituyen pasajes similares entre sí que se suceden y constituyen un tejido muy cerrado, y la belleza de los motivos centrales. Se destaca en las frases las micro-dinámicas: es decir, las variaciones de intensidades en una misma nota, en un discurso que está concebido de ese modo particularmente en los pasajes lentos.

            Obra de demanda técnica y a la vez de criterio, hubo la rara oportunidad de escucharla en vivo.

 

            El programa concluyó con Six Moments Musicaux, opus 16: Nro. 3, Andante Cantabile en si menor;  nro. 4,  Presto, en mi menor, de Sergei Rachmaninov (1873-1943). Se cumplen este año el sesquicentenario del nacimiento del compositor ruso y el ochenta aniversario de su muerte. Es sin duda uno de los mayores exponentes del post romanticismo, que vivió en un momento en que imperaban las vanguardias. Fue fiel a su música y a lo que resuena en ella: la diversidad –desde el intimismo de obras pianísticas como las del opus 23 o el 32- a la inventiva tan racionalmente organizada de sus Variaciones Sobre un Tema de Paganini, opus 34 y muchas otras de diferente naturaleza, como las Vísperas para coro a capella.

            El nro. 3 connota el lirismo nostálgico de muchas de sus obras para piano solo mientras que el nro. 4 es una pieza de bravura.

            Obras breves y representativas para cerrar un programa donde todos los opus fueron representativos de un lenguaje y de un compositor.

 

            Luego de interpretar las obras de Chopin Ciro Rolón se dirigió al público para referirse al repertorio, a lo representativo de cada opus, a las razones por las cuales eligió cada uno de ellos y a sus particularidades técnicas. Confirió a su presentación un carácter espontáneo y a la vez orientó la escucha de este repertorio.

              La técnica permite abordar las obras pero su dominio es un punto de partida que lleva a un criterio de interpretación dado en el sentido de la obra, lo que significa para el intérprete y el modo de abordarla.

            La falta de programa de mano, práctica lamentablemente establecida en varios escenarios, no permitió al público acceder a la referencias de la formación del pianista, que entre sus antecedentes se cuentan el haber sido becado por el Centro de Estudios Pianísticos (CEP BARCELONA) como alumno activo en las Clases Magistrales de la reconocida pianista Ingrid Fliter (medalla de Plata en el Concurso Internacional de Piano F.Chopin de Varsovia) sobre la obra de F.Chopin.
así como haber obtenido el Primer Premio del Seminario y Concurso “Los conciertos para piano y orquesta de Ludwig Van Beethoven”, cuyo jurado estuvo conformado por miembros de la Comisión Directiva de ALAPP Argentina(Mayo 2019), entre otras distinciones.

 

            Una vez más, resulta enriquecedor el contacto con los jóvenes intérpretes, quienes en una formación las más de las veces intensa han podido desarrollar un sentido de la técnica así como  de la significación de obras que abordan por razones que siempre son muy caras a sus preferencias. Ciro Alejandro Rolón eligió, de un repertorio más vasto, obras que por motivos propios deseaba brindar al público y lo logró acabadamente

                       

 

Eduardo Balestena

domingo, 7 de mayo de 2023

Concierto de galardonados en el Concurso de Piano y Música de Cámara 2022


 

 

.Emiliano Rivarola, piano

.Lucas Brass, violoncello y Martín Shuster, piano.

.Teatro Colón, Mar del Plata, 5 de mayo, hora 20.

 

            En su primera edición, el Concurso Nacional de Piano y Música de Cámara, Buenos Aires 2022, incluyó, como parte del premio un concierto con los ganadores del certamen.

            La primera parte estuvo a cargo de Emiliano Jesús Rivarola, que obtuvo el primer premio en la categoría piano solista. Egresado de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales de Entre Ríos como Profesor Universitario en Música y Técnico Instrumentista Musical en Piano, fue alumno de los maestros Gastón Corazzini, Sebastián Amarillo y Beatriz Pedrini  y lleva a cabo clases de perfeccionamiento con el Dr. Luís Sánchez. Ha participado de clases magistrales con músicos tan importantes como Estela Telerman, José Luís Juri, Haydee Schartz, el recordado Orlando Millá y otros.

            En su presentación abordó en primer término la Balada en sol menor, opus 23 nro. 1 de Frederic Chopin (1810-1849) que tras el grave comienzo que genera expectativa, presenta una melodía enigmática y cambiante, en sus inflexiones y dinámicas que demanda el equilibrio de esos elementos con la propia dulzura de dicha melodía y su sección de respuesta.

            La Fantasía en fa sostenido menor, opus 28 de Félix Mendelssohn (1809-1847). De un lenguaje muy diferente a la obra anterior –y también a la musicalidad tan propia del Mendelssohn de obras como Sueño de una noche de verano, por ejemplo- plantea, sin un desarrollo melódico amplio sino en una sucesión de acordes, un paisaje donde el propósito parece ser el detenerse en la sonoridad pianística y su belleza en sí misma, presentando una suerte de elemento –simple en su formulación- que se reitera y confiere unidad al Con moto agitato inicial. Tras un Allegro con moto que rememora el toque destacado de Mozart, la obra concluye con un Presto –en compás de 6/8- de gran demanda técnica.

            Tierra linda, de Carlos Guastavino (1912-2000) fue la última obra de la primera parte. Con un comienzo con  cierta remembranza raveliana, el pasaje conduce a un inesperado ritmo danzante con una sección de enunciado y otra de respuesta. Lo que lo hace especialmente bello es precisamente la inflexión delicada que demanda en sus acentos. Sencilla, mutable y de gran riqueza, como toda la obra del maestro, apela a la sensibilidad interpretativa.

            Se trató de obras de muy diferentes lenguajes y muy específicos requerimientos, muy distintos entre una y otra: a la amplitud de sonoridades, intensidades y una musicalidad propia de Chopin sucedió la rapidez y precisión del Mendelsohn de la Fantasía opus 28 y de ella a una obra argentina; Emiliano Rivarola abordó cada una de ellas con absoluto dominio técnico y expresivo y dentro de la estética propia de cada una. Es un pianista ya completamente formado, como lo prueba en modo en que abordó el repertorio elegido.

            Lucas Brass y Martín Shuster ha tocado juntos desde 2010 y posteriormente, a partir de 2014 crearon un trío de violín, cello y piano. Conformaron, asimismo, en 2020 el dúo con el cual se presentaron al concurso. Toman clases con el maestro Stanimir Todorov. En la última edición del Campus Musical de la Armonía trabajaron sobre obras de Bach (Martín Shuster) y la sonata para cello de Zoltan Kodaly (Lucas Brass), es decir un repertorio de enorme demanda técnica y expresiva.

            Interpretaron la transcripción del autor para cello y piano, de las Canciones populares españolas, de  Manuel de Falla (1876-1946) de las cuales abordaron seis. La peculiar acentuación en la línea de acompañamiento, el ritmo danzante de la línea melódica son acaso las características más salientes en un discurso que si bien varía sobre un par de elementos muy definidos, no es nunca igual a sí mismo. Tanto es eso como las sonoridades lentas y melancólicas –como en Nana- donde las resonancias del cello parecen no ceñirse a una melodía sino discurrir en matices lentos y profundos, de enorme belleza. En otros momentos se superponen una primera línea melódica con una segunda, dando un gran relieve a la textura.

            En la conversación posterior al concierto Martín Shuster señaló que la música española es un sincretismo entre la danza, la melodía y el virtuosismo y que esa es la clave que usa para abordarla y, agregaríamos, esa trama conforma la propia textura cambiante, rica, imaginativa, rítmica y de sonoridades lentas, todo casi sin solución de continuidad.

            Las Tres piezas de la vida judía B 54 de Ernst Bloch (1880-1959) fueron la segunda obra de la segunda parte. De una belleza singular y desgarradora, con un lenguaje eminentemente folklórico, que introduce a la obra con un motivo que va siendo elaborado en pasajes lentos que discurren sobre una línea de la cual la línea central se distancia levemente, hacia una zona más aguda y, particularmente a los graves del cello, creando su efecto mayor en la propia sonoridad del instrumento, es una obra sutil y, por consiguiente, de una permanente demanda expresiva que reside, justamente, en los colores propios del sonido instrumental.

            El Cisne, del Carnaval de los animales, de Camile Saint-Saens (1835-1921) cerró un programa  singularizado por la presencia de música folklórica y la alternancia con un fragmento del romanticismo tardío.

            La amalgama de Lucas Brass y Martín Shuster como dúo es absoluta. Se trata de dos solistas y músicos experimentados, con una técnica que manejan a la perfección y una gran claridad en los criterios interpretativos.

            Lucía Ghini y Bruno Amalfitano, como organizadores –y pianistas ellos mismos- se refirieron al concurso, al gran nivel de los jurados y a la necesidad de que el galardón obtenido se tradujera en un concierto de impulso a la carrera de los jóvenes solistas. El nivel de los referidos solistas habla a las claras del acierto de esta idea.    

            Se trató de la presentación de tres artistas de gran relieve y formación musical.

 

           

 

Eduardo Balestena

   

jueves, 15 de septiembre de 2022

Recital lírico en Villa Victoria Ocampo


  

El último recital del ciclo que desde 2015 ofrecen María Paula González –en la producción- y Miguel Silva Macías –en la faz artística- estuvo dedicado al repertorio alemán y austríaco, en la primera parte, y a canciones argentinas en la segunda.

Se presentaron en la ocasión  el tenor Miguel Silva Macías y el pianista Jonás Ickert.

An Clohe, K .524, de Wolfgang Amadeus Mozart , para voz y piano, fue obra inicial del programa. La siguió el aria de Tamino Dies Bildris ist bezaubend schön del singspiel “La flauta mágica” del mismo compositor. De exigencia para la cuerda de tenor es, en una línea melódica sencilla y de gran belleza, de una singular belleza y expresividad.

Franz Schubert compuso el ciclo de lieder Viaje de invierto (Winterreise), sobre poesías de Wilhem Müller, como surge del número de opus del catálogo (89 y D. 911) durante el último año de su vida.  Se trata de una de sus obras más significativas y centrales. En esta oportunidad Miguel Silva Macías interpretó Gute Nacht, el primero de los lieder del ciclo. En la metáfora típicamente romántica del viaje como símbolo de la vida, de un exilio interior y de una exploración, las gradaciones de color son por demás significativas: “Como un extraño llegué y como un extraño me marcho …Para mi viaje/no puedo elegir el momento./Debo hallar mi senda/en la oscuridad./Una sombra vaga a la luz de la luna es mi compañera”. Se trata de una obra de honda y singular belleza y de un gran requerimiento expresivo.

    El lied Sylvia, D.891 de Franz Schubert fue la siguiente obra, a la cual sucedió un interludio con la Fantasía en re menor, K.397 de Mozart, para piano. Le siguió el lied Verborgenheit de Hugo Wolf. La primera sección finalizó con   Zueignung y Morgen, de Richard Strauss.

En la segunda parte fueron abordadas las Cinco Canciones Populares Argentinas, de Alberto Ginastera: Chacarera, Triste, Samba, Arrorró y Gato, que implican diferencias estéticas y requerimientos muy diferentes una de otra.

Como bises, fueron interpretadas Pueblito, mi pueblo, de Carlos Guastavino y  Del cabello más sutil, de Fernando Obradors.

Con obras del Sturm un drang, como las de Mozart, del romanticismo temprano y del tardío, la exigencia en los matices fue diversa. El lied requiere pureza de fraseo, sutileza de inflexiones y ser plasmado en una perfecta pronunciación. Miguel Silva Macías mostró nuevamente la ductilidad, diafanidad y matices de un timbre que resultó especialmente apto tanto en ese repertorio como en el de la segunda parte, donde los requerimientos son muy diferentes.

Une a ello sus cualidades de presentador: es sobrio, cálido y conciso en las referencias a cada obra, capaces de ofrecer un criterio de escucha para el oyente.

Jonás Ickert  es un pianista de gran sobriedad y amplitud en el repertorio que suele acompañar con asiduidad en nuestro medio y se revela como un excelente solista.

Ambos vienen de hacer presentaciones en Estados Unidos.

Como señalé en otras oportunidades, las características salientes del ciclo son la variedad de repertorios –canción alemana, francesa o argentina, así como arias de óperas-, así como el nivel artístico con el cual estos repertorios son abordados, lo que significa la oportunidad de poder asistir a obras poco frecuentes, como ciertos lieder y canciones argentinas.  

 

 

  

           

 

Eduardo Balestena     

jueves, 16 de junio de 2016

Jerusalem Chamber Music Festival en el 1er. ciclo del Mozarteum


.Jerusalem Chamber Music Festival
.Elena Bashkirova (piano y dirección)
.Chem Halevi (clarinete)
.Mihaela Martin (violín)
.Frans Helmerson (violoncello)
.Temporada 2016 del Mozarteun; primer ciclo de conciertos
.Teatro Colón de Buenos Aires, 13 de junio

            En su cuarta función del primer ciclo 2016 el Mozarteum Argentino presentó a la agrupación de cámara del Jerusalem Chamber Music Festival dirigida por la pianista Elena Bashkirova.
            La primera de las obras interpretadas fue el Trío en si bemol mayor, opus 11 “Gassenhauer” de Ludwig van Beethoven (1770-1827) para clarinete, cello y piano. Escrito en 1798, responde a la idea de desarrollar musicalmente un tema popular de ópera.   Concebido en el lenguaje del clasicismo desarrolla, en el último movimiento, una rica serie de variaciones sobre el tema inicial. Beethoven ya explora un camino nuevo en el modo de utilizar las variaciones, dando a ese marco clásico un nuevo sentido: la variación parte de un elemento conocido y se aventura en sus posibilidades como si se improvisara en un esquema mínimo. Aun sin el lenguaje denso e introspectivo de sus obras de cámara mayores ya se advierte la impronta de búsqueda de libertad.
            El Cuarteto para clarinete, violín, violoncello y piano de Paul Hindemith (1895-1963) fue la segunda de las obras.
            Escrito en la etapa posterior a las experiencias con la atonalidad -1938- en un proceso de vuelta a las formas de los siglos XVII y XVIII-  y estrenada en Nueva York en 1939, responde a un ideal de búsqueda de la música pura, absoluta, regida por sus propias leyes de composición y despojada de la  subjetividad romántica. La obra –de gran dificultad técnica- establece un balance entre la importancia de los aspectos formales y el modo en que son empleados: un paisaje siempre cambiante, por momentos, como en el primer movimiento, con independencia de los instrumentos que sin embargo confluyen concertadamente; fragmentos fugados, con entradas muy precisas y una casi renuncia a la melodía sin desarrollos extensos. El resultado es una belleza parca y concisa.
            El segundo movimiento, con el bello motivo del clarinete y el efecto que produce el modo en que el violín y el cello acompañan ese motivo y el clima que surge en la entrada del piano, momento en que cambia y se enriquece su carácter constituye un lugar singular de la obra. El cambio en los matices, intensidades del clarinete es permanente y conduce, en la elaboración del conjunto, a climas siempre cambiantes.
            El tercer movimiento, que se inicia forma de fuga es el de mayor complejidad y dificultad técnica, en intervenciones que van haciéndose más rápidas y cerradas, con una construcción inspirada en las obras de Bach. Dividido en cuatro partes, esta suerte de vuelta a las formas del barroco tardío se exterioriza de distintas maneras: el uso de la fuga; las intervenciones del piano como una suerte de continuo, por momentos, y en otra a la manera de las fugas de los libros de preludios y fugas de Bach.
             La segunda parte se inició con los Contrastes, Sz.111 BB 116 de Béla Bartók (1881-1945) para violín, clarinete y piano, de 1938. El ideal del nacionalismo cientificista, en pleno auge del positivismo científico significó que en la base del lenguaje musical estuvieran presentes los ritmos, modos y formas del rico acervo folklórico de la región centro europea y sus distintos pueblos: rutenos, rumanos, eslovacos, búlgaros, turcos. Formas cuyas posibilidades expresivas eran de por sí limitadas fueron sin embargo los elementos fundamentales de un nuevo lenguaje, el del folklore imaginario.
            Lejos de limitarlo, en un contexto de gran libertad en el uso de estos materiales, de todas las posibilidades tímbricas y rítmicas instrumentales, este esquema formal  abrió un totalmente nuevo en la música.
            Los contrastes, de gran dificultad técnica, surgidos en la adversidad del exilio, son uno de los ejemplos más acabados: el primer movimiento, por ejemplo, está dado en  el Verbunkos, una danza bohemia de reclutamiento pero escrita en una sucesión y alternancia de modos antiguos (lirio; dórico; locrio y eólico) dentro de un lenguaje armónico que utiliza distintos intervalos (cuartas; quintas: séptimas y octavas y unísonos), marco de rica elaboración formal dado en una exploración tímbrica y de motivos. Su comienzo, en la atmósfera de misterio planteada por el pizzicato inicial del violín prepara la entrada del tema principal en el clarinete.
            En el segundo movimiento Pihenó (reposo) también surge un tema enigmático que se hace más intrigante con la entrada del piano, para intensificarse en el resto del desarrollo de diferentes maneras (motivos, relaciones armónicas, el efecto del pizzicato en el transcurso de la línea del violín) en un clima siempre sugerente y que finaliza de ese modo, sin una resolución clara: la música no parece concluir sino simplemente detenerse.
            El tercero, Sebes (danza rápida) contrasta en la intensidad,  el uso de un segundo violín con una afinación diferente (scordatura) y de dos clarinetes (muy posiblemente en si bemol y do) y comienza con un rápido motivo luego elaborado para alternar con una sección central, también en dos episodios y volver al primer elemento y a un desarrollo ulterior de gran virtuosismo, fuerza y riqueza.
            El Trío nro. 1 en si bemol, para violín, violoncello y piano D. 898, de Franz Schubert (1797-1828) cerro el programa.
            Obra de una enorme riqueza: en la belleza melódica, en las sonoridades e inflexiones del discurso es por ello de una importante exigencia no sólo en los aspectos técnicos (ya ese arranque en donde el motivo inicial comienza en el violín y sigue en el cello es de gran precisión) sino también estéticos.
            Consta de un primer movimiento en la forma sonata que presenta un tema, suerte de centro del desarrollo ulterior; un segundo en forma rondó y, tras el Scherzo un riquísimo Rondó allegro vivace final enmarcado en una forma sonata.
            Un tejido de melodías y motivos de gran musicalidad, de muchos matices, cambiante en ese aire danzante –en el Allegro- y de gran belleza sonora  lleva a cada instrumento a líneas y sonoridades de enorme delicadeza y poder expresivo.
            Si en las obras anteriores primaba la complejidad en el armado, el virtuosismo y la rapidez fue dable apreciar en este trío el modo amalgamado y el fraseo perfecto y la belleza y ductilidad del sonido de la Jerusalem Chamber Festival. Momentos como la frase inicial del piano en el primer movimiento; la melodía del violín en el segundo y la dulzura del cello en esa primera respuesta al tema inicial son ejemplos de que no puede ser abordada sin un entendimiento absoluto entre los músicos.
            Los intérpretes
            Elena Bashkirova, pianista y directora, se formó en el Conservatorio Tchaicovsky, de Moscú, ha colaborado con las orquestas más importantes de Europa y creado el Jerusalem Chamber Music Festival, en 1998 del cual es directora.
            Nacida en Rumania, la violinista Mihaela Martin obtuvo a los diecinueve años  el segundo premio en el Concurso Chaicovski de Moscú  y posteriormente ganadora del Primer Premio en el Concierto Internacional de Violín de Indianápolis, y fue dirigida por Kurt Masur; Nokolaus Harnoncourt y otros grandes maestros.
            Chen Halevi debutó a los quince años como clarinetista con la Filarmónica de Israel, bajo la dirección de Zubin Metha y es un importante virtuoso del clarinete que ha llevado a cabo una extensa carrera en Europa y Estados Unidos
            El cellista Frans Hemerson es docente de la Academia de Música Hans Eisner de Berlín, habiendo sido frmado entre otros por Guido Vecchi y Mstislav Rostropovich y desarrolla una amplia carrera internacional.
            Se trató de un programa de exigencias muy diferentes con obras representativas de muy distintos lenguajes que tienen en común la demanda a los intérpretes: ya sea de la técnica como de un sonido y armado solo posibles en un dominio acabado de todos sus recursos.    
             
           
             


             



Eduardo Balestena

miércoles, 17 de junio de 2015

Atos Trio en el ciclo del Mozarteum


.Atos Trío
.Annette von Hehn (violín)
.Stefan Heinemeyer (violoncello)
.Thomas Hoppe (piano)
.Temporada 2015 del Mozarteun; primer ciclo de conciertos
.Teatro Colón de Buenos Aires, 18 de mayo

El Atos Trio brindó un ecléctico programa en el ciclo del Mozarteum, con tres obras que en sus lenguajes y épocas revisten una significación especial.
Formado en 2003 ha llevado a cabo una ya extensa trayectoria y recogido numerosos reconocimientos, como el “Kalischstein-Laredo International Trio Award” en 2007; el Gran Premio de Jurado y el Música Viva Tour Prize de Melbourne, entre muchos otros.
Su presentación fue la segunda llevada a cabo en la Argentina.
El Trio en sol mayor, Hob.XV:25 “Gitano”, de Franz Joseph Haydn (1732-1809) expande el lenguaje propio de los tríos al dar mayor autonomía a las voces instrumentales, dentro de la diáfana invención melódica y el manejo formal de ese gran compositor que siempre, de uno u otro modo, estableció –a la vez que obras que condensan el ideal clásico- nuevas posibilidades para futuros desarrollos estéticos. Lo que destacó, ya desde la frase inicial del violín y el piano fue el sonido: un arranque delicado, grácil, sin acentuar el tiempo inicial, un uso muy limitado y puntual del vibrato y un piano que siempre obtuvo el equilibrio con el violín y el cello; un fraseo sutil y elaborado en todo el desarrollo de ese Andante con variaciones del primer movimiento. La elaboración del tema principal en modo mayor y las variaciones en modo menor brinda una diversidad sonora que confiere a ese sonido su riqueza. El Poco adagio cantábile del segundo movimiento comienza con un bellísimo tema en el piano en un amplio desarrollo que en la sección central es tratado por el violín y el cello, que establece una base armónica. El Rondo a l`Ongarese Presto es de una textura rápida, cerrada y de gran variedad melódica y rítmica a partir del motivo inicial introducido por el piano que será desarrollado ampliamente con el violín en una rica línea que se complementa con la del piano. Se trata de un discurso de gran variedad de acentos y cambios modales que llevan a esta obra mucho más allá del puro exotismo dado por el gusto por ritmos folklóricos, en boga en la época, en este caso elaborados con una gran riqueza de acentos y matices.
            Hay una presencia constante en la obra Antonin Dvorak (1841-1904) del patrimonio musical bohemio, plasmada de distintas maneras tanto en sus sinfonías como en la música de cámara: el uso de los ritmos danzantes, el desplazamiento de los acentos de uno a otro de los tiempos del compás, los cambios rítmicos y su permanente invención melódica. En el caso del Trio en mi menor, op. 90 Dumky (1891) estos elementos aparece tratados de una manera diferente, única, haciendo uso de un enorme manejo formal al servicio de una idea expresiva y no de la pura forma. Sobre la base de la dumka, una forma de balada épica ucraniana Dvorak elaboró un trio basado en seis dumky instrumentales, en lo que constituye una elaboración nueva e inusual: la de una obra en seis movimientos, con una gran variedad de cambios rítmicos, modales, y de acentos que admite una pluralidad de conceptos interpretativos: en las aceleraciones de los tempos; en los acentos; en las inflexiones. Es muy cuidada, además, en el aspecto armónico: timbres que se singularizan forman parte además de la armonía de un conjunto donde todo se destaca pero nada prevalece.
            Atos Trio interpretó una versión con acentos diferentes a los de versiones referenciales: por ejemplo en el primer tema del Lento maestoso, luego de la introducción, donde hubo una aceleración marcada de lo que en otras interpretaciones es una suerte de danza, abordada en esta oportunidad en accelerando que la hizo más compacta. Este abordaje siguió dicho lineamiento interpretativo en otros lugares de la obra. Lo que se destacó así fue el dominio interpretativo del grupo sobre la totalidad del  aspecto formal de un creación que permite ser pensada como un opus que admite una diversidad de enfoques, sin agotarse en ninguno: glissandos, acentos que se desplazan, cambio en los modos (de menor a mayor) le confieren un aire desgarrado a la vez que vivo y lleno de invención. El presentar un motivo breve, tomar de dicho motivo un intervalo del final que es utilizado en otro, con diferente tempo y diferentes acentos, le confieren a este trío algo único, irrepetible: unidad en la diversidad, un clima de permanente improvisación pero a la vez de organización.
            El programa concluyo con el Trio nro, 2 en mi menor, opus 67 de Dmitri Shostakovich (1906-1975). Compuesto en 1944, suerte de homenaje a los hebreos y su música, logra una síntesis de la música tradicional judía y formas como el canon o la passacaglia. Obtiene un sonido introspectivo, a la vez rico y desolado: ya el comienzo en los agudos del violín, motivo sobre el cual se establece un contrapunto con el cello, a lo que se agrega el piano obedece a una idea de despojamiento: en lo rítmico, en los efectos armónicos, produciendo una música concentrada pero en permanente cambio.
            Este cambio se evidencia en que cada movimiento obedece a una idea distinta: el tercero, por ejemplo, que se inicia con un coral que el piano plantea en una sucesión de acordes –claros y destacados- sobre los que luego se construye una passacaglia –el uso de un elemento reiterado en una exposición.
            Al conocer las circunstancias de la gestación de este opus: una Rusia diezmada por la guerra, un compositor abrumado por las poblaciones eliminados en los campos de exterminio, el último movimiento, escrito en los modos antiguos de la música judía, con intervenciones secas, tajantes, que se intensifican y reiteran y que al hacerlo inundan al oyente, cobra una especial significación.
La música no es un ejercicio intelectual ni un mero placer sino algo capaz de producir sensaciones. Obra que requiere no sólo un dominio formal son también una actitud interior, la de Shostakovich es un universo en sí misma.
            Nacida en Kiel, Alemania, Annette von Helm, que interpreta en un violín Stradivarius, ha intervenido como solista y camarista en escenarios como el Carnegie Hall o el Weill Recital Hall de Nueva York. Inició sus estudios de violín  a los cuatro años y ha recibido numerosos reconocimientos internacionales.
            Stefan Heinemeyer, nació en Berlín, comenzó sus estudios de cello a la edad de 4 años y ha sido merecedor de numerosos premios, desempeñándose como cellista en diversas orquestas como la Münchner Rundkunkorchester y en la Orquesta Klang Verwaltung.
            Thomas Hoppe, también nacido en Alemania se actuado con solistas como Itzhak Perman; Joshua Bell así como con distintos cantantes, además de desempeñar una importante actividad como pedagogo.
            La elección del programa no fue azarosa: permitió un viaje a través de la forma trío en manifestaciones de las más acabadas del género: tres estéticas muy diferentes, cada una con exigencias propias y cada una capaz de expresar una concepción musical
             
             


Eduardo Balestena


domingo, 17 de mayo de 2015

Pro Musica Antiqua Rosario en el Ciclo de Intérpretes Argentinos


.Conjunto Pro Musica Antiqua Rosario
.Director: Cristián Hernández Larguía
.Teatro Colón de Buenos Aires,  18 de mayo.

El Ciclo de Intérpretes Argentinos del Teatro Colón contó con la actuación de este prestigioso y reconocido grupo formado en 1962 por su actual director, el maestro Cristián Fernández Largía, en un programa dedicado a “Música y Monarquía”, en que fueron abordadas obras representativas de la época de Enrique VIII e Isabel I.
Es habitual que las presentaciones del ensamble se encuentren orientadas hacia un período o aspecto musical determinados. Como lo ilustró el maestro a lo largo de la presentación siempre la música acompañó a todos los acontecimientos importantes. Fue también así durante el renacimiento, período en el cual, como en el caso de Enrique VIII e Isabel I, los reyes solían interpretar más de un instrumento y ser autores de obras destinadas a distintos propósitos.
Con anterioridad a  conceptos como el de público o ámbitos como el teatro, la música era parte de la vida cotidiana a grado tal que en las tabernas de Inglaterra había laúdes para que los parroquianos pudieran tocarlos mientras esperaban (lo que da idea además de la amplia difusión del instrumento).
Anterior a la consolidación de la tonalidad y de las formas propias del barroco, el sentido de espontaneidad y frescura caracteriza a esta etapa, en un instrumental muy variado, colorido, de sonidos muy diferentes a los del  período posterior: largas líneas melódicas, muchas veces sin resolución; madrigalismo en las voces que sigue la inflexión subjetiva del sentido, son algunas de sus características salientes.
El maestro ilustró, por ejemplo, que My Lady Carey’ s (danza), anónimo, para virginal (instrumento de teclado similar al clave, propio de Inglaterra), tocada en clave, cuyas diferencias sonoras son mínimas respecto al virginal, que constituye un punto de inflexión entre la música del período de Enrique VIII y el de Isabel I es la primera obra concebida en términos del lenguaje del teclado. Ello fue posible de apreciar tanto en la línea melódica como en el soporte del bajo que la acompaña: un lenguaje netamente para teclado, con desarrollos extensos de elementos temáticos, con un sentido del cambio y de la sonoridad y una función definida del bajo. Fue abordada por Manuel Marina, quien además de solista de clave es también intérprete de viola da gamba, flauta travesera renacentista y voz. Ello marca otra de las características del conjunto: músicos que se desempeñan en distintos instrumentos y que, en oportunidades sentados ante los atriles, cantan. La presencia de la música del renacimiento lleva el signo de lo grupal, del cambio, de la exploración, más allá de una concepción individual.
En tal sentido, el de las voces es uno de los aspectos más salientes: música espontánea, no destinada a salas grandes sino a las pequeñas cámaras, con instrumentos de un timbre cálido, dulce, muchas veces impreciso, sin el brillo ni el alcance del instrumental contemporáneo –pero con una connotación de cercanía y encanto en el sonido absolutamente propia-  y  con una afinación muy distinta, tienen su correlato en la voz: un canto sin vibrato, un sentido íntimo de la frase y de la línea como una suerte de descubrimiento e improvisación, como el bellísimo Can she excuse me wrong? (ayre) para mezzosoprano –en la que intervino como solista María Soledad Gauna- y laúd de John Dowland (1565-1626). No obstante, otras obras están –tales como See, see the shepperd’ s queen, de Thomas Tomkins (1573-1656) concebidas de forma compleja, fugada, rápida y sus demandas interpretativas son diferentes. Ambas, junto con Hark, all ye lovely saints above (ballet) grupo vocal e instrumental, de Thomas Weelkes (1575-1623) pertenecen al período isabelino. Pasajes que parecerían originalmente pensados como un duelo de improvisaciones alternan en distintos dúos de instrumentos –percusión, flauta- ; otros a cargo de varios solistas vocales lo hacen sobre el fondo del resto del coro, y son muestras de lo espontáneo y variado de un discurso musical y de la riqueza de obras probablemente no pensadas con una finalidad estética y que simplemente surgían ante determinadas ocasiones.
El manejo de un instrumental tan rico: percusión; flauta dulce; cromorno; dulción; sacabuche; viola da gamba y el de la voz son absolutos; su evidente perfección ha llevado a Pro musica Antiqua Rosario al lugar que ocupa en la escena musical: una estética hecha de lo grupal, un sentido de totalidad sólo posible en la homogeneidad del nivel interpretativo, y un conocimiento profundo permiten acceder a obras musicalmente muy bellas y variadas. Ya la constitución del grupo, con el maestro Néstor Mozón como subdirector; Susana Iriberri y Manuel Marina como asistentes y María del Carmen Dall´Aglio y Myrtha Spam a cargo de los ensayos parciales es un indicador de la modalidad de trabajo que  impera en un grupo que ha llevado a cabo giras por distintos países europeos y americanos (Inglaterra, Alemania, España, Italia, Estados Unidos, entre otros).
También evidente es el liderazgo del carismático maestro Hernández Largía, su entusiasmo, su conocimiento tan profundo de los repertorios abordados,  algo que, indudablemente, ha formado la identidad de este conjunto.
Ello es indicativo, asimismo, del valor del Ciclo de Intérpretes Argentinos que se lleva a cabo gratuitamente.






Eduardo Balestena