miércoles, 11 de febrero de 2015

Mozart, Beethoven y Max Reger

El concierto del 10 de febrero del Ciclo de Música de Cámara de Bach a Piazolla, en el Teatro Municipal Colón contó con la actuación de Juan Pablo Gez Carballo (viola); Aron Kemelmajer (violín) y Alexis Nicolet (flauta).
El programa comenzó con el Dúo para violín y viola, K.v. 423 en sol mayor, de Wolfgang Amadeus Mozart. Ya desde su comienzo, con un motivo de violín y su sección de respuesta, ambos instrumento se amalgaman en un diálogo cerrado que marca todo el desarrollo de la forma sonata de ese primer movimiento. Afinación, ductilidad en el fraseo, un timbre suave, no incisivo –lo cual se hace más evidente en el adagio- son los requerimientos que plantea un trabajo que nos dice que difícilmente las obras de Mozart carecen de originalidad e interés: siempre hay algo que es propio en cada una.
El Trío para violín, viola y flauta “Serenata”, opus 25 de Ludwig van Beethoven que siguió es una obra de diversidad y riqueza formal en esa concepción de serenata para tres instrumentos. Diversidad en las formas, en los volúmenes, en el ritmo y un sentido de invención permanente que se establece ya desde el comienzo. Sin un desarrollo melódico amplio sino con una trama de motivos desarrollados por tres instrumentos casi en paridad –casi porque el de la flauta resulta el timbre más neto y que parece marcar el rumbo- se logra un todo grácil, imaginativo y rico en permanente cambio, con variaciones (como era dable esperar en un compositor que llevó a esa forma a una cúspide). Por momentos –como en el adagio-allegro vivace final aparece cierta indefinición tonal que hace pensar en la obra posterior de Beethoven. Obra de inventiva, sus recursos parecen muchos, también sus exigencias.
El programa concluyó con el Trío para violín, viola y flauta “Serenata”, op. 141 a de Max Reger (1873-1916) en la cual el contraste entre los motivos rápidos y la armonía con los que son tratados hace sumamente interesante, y la ubican más cercanamente al lenguaje del siglo XX que al post romanticismo del cual Reger es exponente. Quita todo efecto a las voces instrumentales que trata de un modo sobrio, despojado, utilizando el contrapunto –como en el bellísimo largheto-  en que los instrumentos tratan alternadamente los elementos musicales. Las voces parecen modular a otras tonalidades y desvanecerse al tiempo que surgen.
    Obras de relieves, de exigencias específicas cada una de ellas, no son posibles de abordar sin un entendimiento interpretativo entre los ejecutantes. En la de Beethoven, acaso la más variada y demandante, requiere ser abordada desde un aspecto dinámico siempre cambiante donde las intensidades distintas deben ser resueltas en un fraseo grácil  y con continuidad en elementos de dificultad en sí mismos. El ejemplo más notorio es el de la flauta. El uso de la viola parece lejos de ser relegado a un simple soporte armónico y explotarse su timbre dulce, algo apagado, de sonidos más difuminados que los del violín. Alexis Nicolet mostró su ya reconocida solvencia en el fraseo propio de esta tesitura. Solista formado, que lo ha sido en obras tan dificultosas como el concierto de Khachaturian para flauta, es evidente su aptitud para la música de cámara. Violista en la Orquesta Sinfónica Municipal y en la Sinfónica de Olavarría, Juan Pablo Gerez Carballo mostró no sólo un sonido trabajado sino que también una completa amalgama con el conjunto en una formación que no admite vacilaciones.
Completo como presentador de las obras, Aron Kemelmajer sabe plantear los aspectos salientes capaces de guiar el acceso a compositores y períodos y la escucha de obras no siempre habituales en el repertorio de cámara. Músico de una vasta experiencia –sinfónica y de cámara- capaz de abordar lenguajes diversos, ha mostrado nuevamente que el camarístico es un género en el que se desenvuelve con absoluta comodidad.  

 





Eduardo Balestena