lunes, 10 de octubre de 2011

La música pura



El concierto del 9 de octubre del ciclo de Bach a Piazzolla contó con las actuaciones de Haydeé Francia y Aron Kemelmajer (violines); Irina Iacovleva (viola); Graciela Alías (piano) y Siro Bellisomi (cello). En el programa fueron interpretados el cuarteto opus 18 nro. 1 de Beethoven y el Quinteto para piano y cuerdas opus 34 de Johannes Brahms.
Cuarteto de cuerdas opus 18 no. 1, de Ludwig van Beethoven: Esta obra, que pese a responder a un ideal clásico está dada en una marcada libertad de recursos, permitió apreciar una formación muy homogénea en técnica y expresividad, en un cuarteto en donde tanto la articulación de las voces como el aspecto dinámico implican un gran requerimiento. Por ejemplo el rápido tema inicial del último movimiento que, tras su enunciación, crea un clima de expectativa que se resuelve en episodios que conducen nuevamente al motivo inicial.
Quinteto opus 34 para piano y cuerdas de Johannes Brahms: La versión que se obtuvo en este concierto (tan diferente por ejemplo a la de los miembros del Berlin Philarmonic Octet) optó por apoyarse en lo compacto de la forma, en la energía de su formulación general de la obra y en su fuerza pero mostró en todo momento su claridad, aun cuando el andante un poco adagio no haya mostrado la dulzura y delicadeza de los movimientos lentos de Bramhs, en un volumen algo alto en los dos violines y a un tempo algo rápido.
Es, evidentemente, una obra maestra. Su versión final no delata las alternativas de su génesis (nació tempranamente como un quinteto para arcos, convirtiéndose luego en una sonata para dos pianos –opus 34b- para adquirir, recién en 1864, es decir, en plena madurez, su forma actual). En ella Brahms, como en sus obras de cámara previas a las sinfonías, parece fundar una estética donde el material temático carece de inflexiones subjetivas y de un propósito funcional: no importa la función que un motivo cumpla en el todo, entraña belleza, detalle y desarrollo en sí mismo y es resuelto con autonomía.
Entraña dos dificultades. Una es técnica: lograr el ensamblaje de elementos afines temáticamente y en donde la división en voces es esencial. Otra dificultad es hacer que esa técnica permita reflejar la personalidad de ese sonido. Hacer que Brahms suene, inconfundiblemente, como Brahms.
Constructivamente, es una formulación muy libre. El último movimiento, por ejemplo, en el que el motivo inicial regresa, modificado y motiva desarrollos surgidos a partir de sus elementos, sin que acertemos a determinar si se trata de una forma rondó o un tema con variaciones.
Se trata de muy reconocidos intérpretes y manejo de un trabajo tan denso y refinado, su amalgama y el modo en que pudieron plasmarlo: a partir de una concepción propia y de conocimiento profundo de la obra permitieron ese resultado.

Eduardo Balestena
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lunes, 20 de junio de 2011

Un programa ecléctico


El Quinteto de Vientos de Mar del Plata retomó su actividad en el concierto del 18 de junio, en el Teatro Colón, oportunidad en la que ese presentó con la pianista Graciela Alías.

Formado por Mariano Cañón (oboe); Gerardo Gautin (fagot); José Garreffa (corno); Federico Gidoni (flauta) y Mario Romano (clarinete), solistas de la Orquesta Sinfónica Municipal, permitió apreciar, en las obras elegidas, la posibilidad sonora de conjunto de timbres en obras con exigencias expresivas muy diferentes.

En el programa fueron interpretadas la Serenata, de Carlos Franzetti, compositor argentino, residente en Estados Unidos, autor de música de películas (como la recordada “La película del Rey”, de Carlos Sorín), jazzman, a la vez autor de sinfonías. Le sucedió Aires tropicales, del compositor cubano Paquito D´rivera. Ambas plantean un lenguaje que explora la riqueza de acentos, elementos rítmicos y melodías en un marco de irregularidad y permanente cambio que implica una exigencia en la precisión. Acentos que se desplazan, alternancias, pasajes rápidos, hacen que resulte un género difícil de abordar y que requiere un gran trabajo previo. En el caso de la obra de D´rivera, se trata de siete movimientos, que abarcan diferentes ritmos (son; habanera; vals venezolano, entre otros) que exponen a los instrumentos en diferentes aspectos expresivos. Ello nos plantea tanto las posibilidades de expresión de timbres en función muy diferente a la que tienen en la orquesta y en el repertorio tradicional, y la existencia de una literatura particularmente atractiva, en lo que hace a los autores y a la formación en sí.

En la segunda parte fue interpretado el Quinteto para piano y cuarteto de vientos (clarinete, oboe, fagot y corno) K. 452 de Mozart, con la pianista Graciela Alías, una intérprete que ha abordado numerosas sonatas y conciertos de Mozart. El compositor no deparó roles subordinados a los instrumentos, que discurren en una relación de paridad, ya sea en la construcción armónica o en las alternancias en la exposición de la melodía. Del piano exige un sonido a la vez delicado y neto y, como en todas las obras de Mozart, todo es visible, expuesto y claro. Exige además en las dinámicas (crescendos/decrescendos) y en la amalgama de matices.

Mariano Cañon; Gerardo Gautín; José Garreffa y Mario Romano intervinieron en la sinfonía concertante en mi bemol, de Mozart, hace muy poco. Esta experiencia y el trabajo previo, tanto en el anterior ciclo del quinteto como en el manejo de estas obras fueron evidentes en un sonido puro, amalgamado, en tempo, matices e intensidad que habla de su experiencia como solistas, llevada al lenguaje de cámara. Es positivo llevar esta experiencia al abordaje de obras poco conocidas que permitan apreciar tanto la riqueza del elemento popular como lo inhabitual (como lo es un piano con un cuarteto de instrumentos de viento) en el repertorio clásico.

Eduardo Balestena

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jueves, 27 de enero de 2011

Distintos lenguajes de músicos argentinos


El concierto del 24 de enero, del ciclo De Bach a Piazzolla, contó con la interpretación de Graciela Alías en piano, Gerardo Gautín en fagot y Aron Kemelmajer en violín.
En un programa dedicado de manera integral a compositores argentinos se hizo evidente que en distintos lenguajes y estilos hay elementos comunes: uno de ellos es la raíz popular, otro, el uso de timbres y recursos rítmicos y melódicos vinculados a rasgos de una identidad musical signada por el vínculo entre la música académica y la rica vertiente popular. Ello pide del intérprete algo propio, en su técnica, en su expresividad y en su experiencia de hacer música.
Presencias nro. 7 de Carlos Guastavino (Santa Fe, 1912-2000) muestra el lenguaje evocativo del compositor del nacionalismo musical argentino. La línea melódica serena, la renuncia a todo efecto y el fuerte melos folklórico del autor de Se equivocó la paloma está presente en el tema inicial del violín. Un tema sencillo que se reitera hasta el siguiente, presentado luego de la intervención del piano. El violín va cerrándolo en el dialogo con el piano, sin artificio alguno. Una de las obras del compositor, retratos de jóvenes pianistas, de los años 60, estuvo dedicada a Fermina Casanova, autora de Tres caprichos para violín y piano, ya abordada en el ciclo y que, con un lenguaje absolutamente diferente, dentro de la tonalidad, con una fuerte influencia del jazz, asume al capriccio, con su uso de elementos como la fuga, como una forma festiva y de exploración. El carácter abstracto no la hace sin embargo fría, en gran parte por el trabajo sobre el elemento rítmico y elementos como el uso glissando, el recorrido del violín por los distintos registros y el permanente cambio de dinámicas. Fermina Casanova es una muy reconocida compositora y docente, formadora de muchos músicos y trabaja desde una solidez de los elementos teóricos pero siempre subordinados a un sentido del todo que redunda en una especial calidez sonora.
Jorge Mockert, (Entre Ríos1958-2008) fue un compositor muy destacado, de una amplia trayectoria y una extensa actividad docente, escribió la Suite Argentina para jugar con Andrea, para fagot y piano, para Andrea Merenzon. Ha sido interpretada en distintos arreglos, con percusión, o con varios fagotes. Se compone de: Candombe de la solapa; del barro a la ciudad; chamamerenzon; ojo de tormenta y chacandrea. Es decir que se trata de un recorrido por distintos ritmos populares. Es una obra muy rica y de muchas dificultades, donde llama la atención el uso del fagot en las especies musicales elegidas, su timbre, su presencia con esos acentos y la exigencia permanente. Son todos ritmos rápidos, particularmente el chamamé y muy demandantes, con un carácter de constante improvisación que exige al instrumento en una amplia gama de registros. El diálogo con el piano ralentiza el discurso musical, lo abre. También implica un dialogo cerrado y muy preciso. No se trata de que las notas caigan en su sitio sino de que al hacerlo puedan rescatar esa expresividad y espontaneidad de un discurso que permanentemente fluye, de manera indetenible.
Mario Herrerias, músico dedicado en gran medida al jazz, es autor de Niebla y Cemento, trío para fagot, violín y piano en que predominan los elementos del tango a partir del trabajo con el tema inicial, en ricas alternancias y cambios permanentes de intensidad. Pasa por un breve episodio central lento hasta una recapitulación sobre el tema inicial. El programa finalizó con La muerte del Angel, bellísima obra de Astor Piazzolla (Buenos Aires, 1921-1992).
Graciela Alías y Aron Kemelmajer son intérpretes muy reconocidos, con una vasta experiencia en música de cámara y sinfónica. En esta ocasión cabe agregar que fue destacable el fraseo del violín y su expresividad, particularmente en la obra de Fermina Casanova –precisamente dedicada a estos intérpretes- que otras manos hubiera podido ser quizás fría y técnica. Gerardo Gautin, fagot solista de la Sinfónica Municipal, ha formado parte de distintos grupos de cámara y es otro intérprete reconocido. La obra de Mockert es un verdadero tour de force para el fagot, siempre trabajando al límite, en el fiato, en el fraseo, en el diálogo con el piano, en la exploración de las sonoridades del instrumento, en el elemento expresivo.
Sorprenden los diferentes rumbos de compositores argentinos, coetáneos, o contemporáneos. En un caso hacia lo abstracto, en otros hacia lo tradicional. La música argentina parece poner siempre estos elementos en un primer plano cuando se cuenta con los intérpretes que puedan hacerla posible.


Eduardo Balestena
http://www.opus115musicadecamara.blogspot.com/