jueves, 16 de junio de 2016

Jerusalem Chamber Music Festival en el 1er. ciclo del Mozarteum


.Jerusalem Chamber Music Festival
.Elena Bashkirova (piano y dirección)
.Chem Halevi (clarinete)
.Mihaela Martin (violín)
.Frans Helmerson (violoncello)
.Temporada 2016 del Mozarteun; primer ciclo de conciertos
.Teatro Colón de Buenos Aires, 13 de junio

            En su cuarta función del primer ciclo 2016 el Mozarteum Argentino presentó a la agrupación de cámara del Jerusalem Chamber Music Festival dirigida por la pianista Elena Bashkirova.
            La primera de las obras interpretadas fue el Trío en si bemol mayor, opus 11 “Gassenhauer” de Ludwig van Beethoven (1770-1827) para clarinete, cello y piano. Escrito en 1798, responde a la idea de desarrollar musicalmente un tema popular de ópera.   Concebido en el lenguaje del clasicismo desarrolla, en el último movimiento, una rica serie de variaciones sobre el tema inicial. Beethoven ya explora un camino nuevo en el modo de utilizar las variaciones, dando a ese marco clásico un nuevo sentido: la variación parte de un elemento conocido y se aventura en sus posibilidades como si se improvisara en un esquema mínimo. Aun sin el lenguaje denso e introspectivo de sus obras de cámara mayores ya se advierte la impronta de búsqueda de libertad.
            El Cuarteto para clarinete, violín, violoncello y piano de Paul Hindemith (1895-1963) fue la segunda de las obras.
            Escrito en la etapa posterior a las experiencias con la atonalidad -1938- en un proceso de vuelta a las formas de los siglos XVII y XVIII-  y estrenada en Nueva York en 1939, responde a un ideal de búsqueda de la música pura, absoluta, regida por sus propias leyes de composición y despojada de la  subjetividad romántica. La obra –de gran dificultad técnica- establece un balance entre la importancia de los aspectos formales y el modo en que son empleados: un paisaje siempre cambiante, por momentos, como en el primer movimiento, con independencia de los instrumentos que sin embargo confluyen concertadamente; fragmentos fugados, con entradas muy precisas y una casi renuncia a la melodía sin desarrollos extensos. El resultado es una belleza parca y concisa.
            El segundo movimiento, con el bello motivo del clarinete y el efecto que produce el modo en que el violín y el cello acompañan ese motivo y el clima que surge en la entrada del piano, momento en que cambia y se enriquece su carácter constituye un lugar singular de la obra. El cambio en los matices, intensidades del clarinete es permanente y conduce, en la elaboración del conjunto, a climas siempre cambiantes.
            El tercer movimiento, que se inicia forma de fuga es el de mayor complejidad y dificultad técnica, en intervenciones que van haciéndose más rápidas y cerradas, con una construcción inspirada en las obras de Bach. Dividido en cuatro partes, esta suerte de vuelta a las formas del barroco tardío se exterioriza de distintas maneras: el uso de la fuga; las intervenciones del piano como una suerte de continuo, por momentos, y en otra a la manera de las fugas de los libros de preludios y fugas de Bach.
             La segunda parte se inició con los Contrastes, Sz.111 BB 116 de Béla Bartók (1881-1945) para violín, clarinete y piano, de 1938. El ideal del nacionalismo cientificista, en pleno auge del positivismo científico significó que en la base del lenguaje musical estuvieran presentes los ritmos, modos y formas del rico acervo folklórico de la región centro europea y sus distintos pueblos: rutenos, rumanos, eslovacos, búlgaros, turcos. Formas cuyas posibilidades expresivas eran de por sí limitadas fueron sin embargo los elementos fundamentales de un nuevo lenguaje, el del folklore imaginario.
            Lejos de limitarlo, en un contexto de gran libertad en el uso de estos materiales, de todas las posibilidades tímbricas y rítmicas instrumentales, este esquema formal  abrió un totalmente nuevo en la música.
            Los contrastes, de gran dificultad técnica, surgidos en la adversidad del exilio, son uno de los ejemplos más acabados: el primer movimiento, por ejemplo, está dado en  el Verbunkos, una danza bohemia de reclutamiento pero escrita en una sucesión y alternancia de modos antiguos (lirio; dórico; locrio y eólico) dentro de un lenguaje armónico que utiliza distintos intervalos (cuartas; quintas: séptimas y octavas y unísonos), marco de rica elaboración formal dado en una exploración tímbrica y de motivos. Su comienzo, en la atmósfera de misterio planteada por el pizzicato inicial del violín prepara la entrada del tema principal en el clarinete.
            En el segundo movimiento Pihenó (reposo) también surge un tema enigmático que se hace más intrigante con la entrada del piano, para intensificarse en el resto del desarrollo de diferentes maneras (motivos, relaciones armónicas, el efecto del pizzicato en el transcurso de la línea del violín) en un clima siempre sugerente y que finaliza de ese modo, sin una resolución clara: la música no parece concluir sino simplemente detenerse.
            El tercero, Sebes (danza rápida) contrasta en la intensidad,  el uso de un segundo violín con una afinación diferente (scordatura) y de dos clarinetes (muy posiblemente en si bemol y do) y comienza con un rápido motivo luego elaborado para alternar con una sección central, también en dos episodios y volver al primer elemento y a un desarrollo ulterior de gran virtuosismo, fuerza y riqueza.
            El Trío nro. 1 en si bemol, para violín, violoncello y piano D. 898, de Franz Schubert (1797-1828) cerro el programa.
            Obra de una enorme riqueza: en la belleza melódica, en las sonoridades e inflexiones del discurso es por ello de una importante exigencia no sólo en los aspectos técnicos (ya ese arranque en donde el motivo inicial comienza en el violín y sigue en el cello es de gran precisión) sino también estéticos.
            Consta de un primer movimiento en la forma sonata que presenta un tema, suerte de centro del desarrollo ulterior; un segundo en forma rondó y, tras el Scherzo un riquísimo Rondó allegro vivace final enmarcado en una forma sonata.
            Un tejido de melodías y motivos de gran musicalidad, de muchos matices, cambiante en ese aire danzante –en el Allegro- y de gran belleza sonora  lleva a cada instrumento a líneas y sonoridades de enorme delicadeza y poder expresivo.
            Si en las obras anteriores primaba la complejidad en el armado, el virtuosismo y la rapidez fue dable apreciar en este trío el modo amalgamado y el fraseo perfecto y la belleza y ductilidad del sonido de la Jerusalem Chamber Festival. Momentos como la frase inicial del piano en el primer movimiento; la melodía del violín en el segundo y la dulzura del cello en esa primera respuesta al tema inicial son ejemplos de que no puede ser abordada sin un entendimiento absoluto entre los músicos.
            Los intérpretes
            Elena Bashkirova, pianista y directora, se formó en el Conservatorio Tchaicovsky, de Moscú, ha colaborado con las orquestas más importantes de Europa y creado el Jerusalem Chamber Music Festival, en 1998 del cual es directora.
            Nacida en Rumania, la violinista Mihaela Martin obtuvo a los diecinueve años  el segundo premio en el Concurso Chaicovski de Moscú  y posteriormente ganadora del Primer Premio en el Concierto Internacional de Violín de Indianápolis, y fue dirigida por Kurt Masur; Nokolaus Harnoncourt y otros grandes maestros.
            Chen Halevi debutó a los quince años como clarinetista con la Filarmónica de Israel, bajo la dirección de Zubin Metha y es un importante virtuoso del clarinete que ha llevado a cabo una extensa carrera en Europa y Estados Unidos
            El cellista Frans Hemerson es docente de la Academia de Música Hans Eisner de Berlín, habiendo sido frmado entre otros por Guido Vecchi y Mstislav Rostropovich y desarrolla una amplia carrera internacional.
            Se trató de un programa de exigencias muy diferentes con obras representativas de muy distintos lenguajes que tienen en común la demanda a los intérpretes: ya sea de la técnica como de un sonido y armado solo posibles en un dominio acabado de todos sus recursos.    
             
           
             


             



Eduardo Balestena