lunes, 16 de marzo de 2015

La Camerata Bariloche en el Ciclo de Interpretes Argentinos


.Ciclo de Intérpretes Argentinos: Camerata Bariloche
.Director y Concertino: Freddy Valera Montero
.Teatro Colón de Buenos Aires, 15 de noviembre, hora 11.

El ciclo 2015 de intérpretes argentinos del Teatro Colón de Buenos Aires fue inaugurado con la actuación de la Camerata Bariloche.
Las cuatro estaciones, (del opus 8, “Il cimento dell´ armonía y dell´invenzione” Antonio Vivaldi (1678-1741)  fue la obra inicial del programa. Fruto de un virtuoso del violín, como ya en 1725 lo era desde hacía mucho el gran maestro veneciano, esta obra programática sigue, verso a verso, a un texto poético del cual sin embargo, en términos musicales, se independiza. Ofrece en este sentido, un tejido de cambios rítmicos y dinámicos que, en la línea de la belleza melódica más absoluta, la caracterizan. El resultado de la cerrada amalgama de estos elementos es una de las obras más conocidas y queridas del repertorio de cámara, que ofrece tantos matices como versiones parecen existir.
La belleza tímbrica, la articulación de las frases, la dinámica –siempre cambiante- sólo parecen posibles en un manejo formal tan profundo que haga que un tejido que nunca deja de ser virtuosístico resulte siempre espontáneo y capaz de plasmar esa riqueza musical dada en una identidad tan propia. Un ejemplo es la polifonía entre el violín solista y otros dos violines luego del tema inicial. La obra está concebida en estas alternancias expresivas. La línea del violín solista parece estar pensada para que sea posible manejar libremente tempos e intensidades del fraseo.
Freddy Varela Montero, en su doble rol de concertino y director llevo a cabo una interpretación que destacó la sobriedad de la línea melódica por sobre ciertos cambios de contrastes y acentuaciones –como la de Accademia Bizantina por ejemplo- pero abordando tanto los contrastes de la obra como sus cambios y gradaciones, con un sonido absolutamente puro y amalgamado en toda la cuerda y un clave que resultó tan sutil como presente (el clave entrega un clima propio pero más que evidenciarse debe sugerirse). Ornamentaciones, ligaduras, acentos, cambian de una en otra versión: no parece haber un criterio fijo; de este modo, lo que destaca de la obra es la claridad con que el ensamble pueda plantear su concepción de ella y el dominio formal sobre líneas melódicas tan claras como singulares y expresivas.
No debe haber sido fácil la continuidad en la interpretación ante el entusiasmo y los aplausos, no sólo entre cada movimiento -de cada uno de los cuatro conciertos- sino aun en el cambio de un pasaje de uno a otro motivo en los frecuentes esquemas temáticos de los movimientos.
Todos los comienzos, todos los ataques definen un clima sonoro nuevo de una textura cambiante. Uso del vibrato puntualmente, como un efecto, relieves sonoros sin desbordes ni efectismos caracterizaron una versión absolutamente lograda de esta muestra del barroco medio instrumental en una de sus obras más entrañables.
El programa continuó con la Suite “De los tiempos de Holberg”, opus 40, de Edvard Grieg (1843-1907).
Ludvig Holberg (1648-1754), filósofo y dramaturgo, padre de la moderna literatura noruega, era considerado el “Moliere Danés”. Fue en ocasión de conmemorarse el segundo centenario de su nacimiento que Grieg escribió una cantata y una suite para piano que inmediatamente instrumentó para un conjunto de cuerdas que supo manejar con el  mismo virtuosismo con que manejaba el piano. Lo hizo recreando libremente las danzas barrocas propias de los “tiempos de Holberg”, idea que le permite una suerte de posibilidades nuevas en el uso de ritmos más allá del marco expresivo con el que fueron pensados, y explotar tanto el carácter vivo de esos ritmos como el sonido propio de su lenguaje nacionalista romántico. Síntesis de pasado y presente, de lenguajes de distintas épocas, este postulado le brinda lo que singulariza a la obra: riqueza rítmica, variedad de climas sonoros, de combinaciones entre los instrumentos –por los intervalos en que los maneja unos con respecto a otros, por ejemplo- y riqueza de ideas musicales.
Ya el ostinato con el que se abre nos muestra ese carácter: una introducción enérgica que no presenta un tema definido sino que plantea una intensidad; el primer tema surge como si fuera un elemento secundario. Otro de los lugares más característicos es la resolución de ese material en un pasaje intenso pasaje descendente que va abarcando todas las secciones.
La Sarabande (danza de origen español) que le sigue marca, en su carácter suave y dulce –donde se trabaja más sobre la tersura y delicadeza del timbre, como es el caso del bellísimo solo de cello, que sobre el ritmo- un fuerte contraste.
Le sigue una Gavotte-Musette (danza francesa) que introducen un clima elegante –la primera- y popular –la segunda- sumamente amalgamadas no obstante al carácter distinto.
El aria siguiente, lenta y contemplativa y extensa, establece un bello y fuerte contraste con el Rigodón final: si toda la obra es demandante en su expresividad, en su velocidad y precisión, en el fuerte carácter espontáneo e imaginativo, el ultimo numero lo es también en el virtuosismo, particularmente en el dueto entre el violín y la viola solistas: es la resolución de los pasajes en elementos que pasan de un instrumento a otro y la amalgama de sus timbres lo que produce un resultado único.
La muy acertada decisión de hacer pasar a la solista de viola-Marcela Magin- a interpretar junto al violín solista, permitió apreciar la cerrada trama de ese dúo inicial con el cual la obra también concluye –luego de una hermosa sección central- :no podía ser de otra manera porque no parece posible ir más allá de este rico elemento.
Director musical del que debe ser el conjunto de cámara más antiguo y relevante internacionalmente de la Argentina, creado en 1967 a partir del Camping Musical de Bariloche, la Academia Musical de Bariloche y la Academia Interamericana de Música de Cámara, sucesor de Alberto Lisy; Ruben González, Elias Khayat y Fernando Hasaj, Freddy Varela Montero es un muy destacado violinista nacido en Concepción, Chile, se formó –entre otras experiencias musicales- con Daniel Heifetz y el Cuarteto Guarneious en Estados Unidos, y tiene una vasta experiencia tanto en música de cámara como en música sinfónica.
Fueron excelentes versiones por parte de un gran conjunto de cámara de obras muy ricas y significativas musicalmente.

  
    
    


Eduardo Balestena