martes, 23 de noviembre de 2010

Negro spirituals en la catedral


Los solistas Fernanda Pérez, mezzosoprano, y Guillermo Fertitta, bajo, se presentaron en la catedral el 21 de noviembre, con el Coral Carmina y el pianista Horacio Soria, bajo la dirección del maestro Horacio Lanci.
Un Dios extraño, un país extraño
Cuando Horacio Lanci abordó el negro spiritual, en su programas de la serie Un viaje al interior de la música, lo caracterizó como la música de los esclavos negros en Estados Unidos: “un pueblo extraño, en un país extraño, iniciado en el culto de un Dios, en principio extraño, que asimilaría sin embargo en poco tiempo y de manera realmente conmovedora, la esencia del mensaje cristiano”. Esta música de promesa en una redención eterna produjo una influencia muy honda, no sólo como antecedente del jazz, sino también en compositores como Maurice Ravel e Igor Stravinsky. Musicalmente, el uso de una emisión (nasal y abierta) muy diferente a la de la tradición europea, el ostinato, la síncopa y el contratiempo, pusieron en primer plano el elemento rítmico. Todo ello confluye en una amalgama peculiar en las voces, dada en esa particularidad de un canto que cambia permanentemente en sus dinámicas y alturas, como si se elevara o condujera a un lugar: el spiritual, aunque no sea cantado por personas de color, con su voz y su entonación particulares, es diferente a todo.
El programa
Fueron interpretadas diez obras, algunas con intervención solista. Varias son sus particularidades: el sentido de un canto interior y a la vez colectivo donde las voces nunca se funden. Los timbres, en el caso del coro, son claramente diferenciables, aun en las rápidas secciones de crescendos o decrescendos, un tejido que en la intensidad del propio sentimiento del canto no revela lo complejo de su textura. En los solistas, son intervenciones con notas ligadas, ascendentes y descendentes en un tejido con un permanente cambio, o en otros casos, hecho de detenimiento, como el famoso Swing low, swing chariot (bajo). En Ol´man river el bajo permanece en un el registro más grave, en notas lentas y profundas. En cambio, en My god is a rock su intervención es muy rápida, junto con el coro, con una serie de contrapuntos, escritos en síncopa, que cambia más adelante para llegar a una mayor complejidad de contrapunto entre el coro y el solista, que va creciendo en tesitura hasta cantar sobre el pasaje y culminar con un fa agudo que debe sostener durante cuatro negras.
Un factor importante está dado por las condiciones acústicas de la catedral, en cuya altura los cantantes no pueden escuchar correr sus voces y deben proyectarlas sin saber cuál es el límite en que los piano dejan de ser audibles. En el coro, implica el marcar más el fraseo y eventualmente la pérdida de algunos matices.
Fernanda Pérez es marplatense, vive desde hace años en Tucumán y ha cantado estudiado con la maestra Lucía Boero y el maestro Bruno D´astoli y fue dirigida, entre otros, por los maestros Guillermo Brizzio y Luís Gorelik. Mostró una ductilidad que la llevó de esos piano, tan expresivos, a los registros más altos, con una gran potencia, claridad de fraseo y pronunciación.
Guillermo Fertitta ha cantado bajo la dirección de la maestra Susana Frangi y llevado a cabo numerosas presentaciones con repertorio operístico. Alumno de Omar Carrión, intervino en el rol de Sparafucile, en Rigoletto. A su característica de potencia y profundidad debió sumar las exigencias de un fraseo rápido y muy justo.
El Carmina pudo no sólo abordar el canto a capella, sino una tesitura que, al contrario de la música coral del repertorio clásico, parece pedir libertad, movimiento a la vez que implica cantar en un idioma distinto, como el inglés, en un género que trabaja en un permanente cambio, con un lenguaje que usa el glissando, es decir, el deslizarse de una nota hacia otra, el portamento: el transporte de una a otra nota con un efecto de ahuecamiento, que exige ser abordado sólo a partir de liberar una energía y conjugarla con una técnica adecuada.
El saldo final fue el de una entrada a esta música, a su estética tan irrepetible, que nos permite un punto inicial para llegar a comprenderla y a sentirla y cuyos requerimientos son tan grandes como la belleza con la cual es plasmado un mensaje de dolor y a la vez de esperanza. Nuestra esperanza es que el trabajo coral con este género pueda seguir.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Lo argentino musical




El 30 de octubre se presentaron el violoncellista Daniel Sergio y el pianista Gaspar Quirós en la sala Melany. Bajo el título Panorama de compositores argentinos, abordaron de obras referenciales de distintos géneros.
La primera fue Le grand tango, de Astor Piazzolla (1921-1992) que el compositor dedicara a Mstislav Rostropovich. Sugiere, en su libertad formal una fusión de sonata y de fantasía cuyo material temático proviene de motivos de tango, expuestos ya en sus elementos rítmicos, ya en trabajados glissandos y en un permanente dialéctica entre el elemento melancólico, tan apropiado al timbre del cello, con los acentos rítmicos. Es la exploración de esta dinámica y la maestría en las voces instrumentales cambiantes lo que le confieren una identidad que la hace frecuente en el repertorio internacional.
El programa siguió con Cello Sonata, de Alberto Williams (1862-1952), gran compositor e intérprete que estudió piano con Mathias, discípulo de Chopin, armonía con Durand, y composición con Cesar Franck; fue un prolífico compositor, con una participación cultural sumamente importante. De influencia europea, esta sonata muestra un enorme refinamiento en el modo de tratar el discurso instrumental: detenimiento, ausencia de efectismos, riqueza temática y a la vez una atención a las muestras más altas del romanticismo tardío. Del mismo compositor, como bis, fue interpretada La yerra, bellísima obra corta de un aire esencialmente criollo que, enunciado más que nada en la rítmica, es el material que la constituye y atraviesa. Hecha en un ideal impresionista recuerda en mucho al número Por el sendero, de la Suite del gran Cañón de Ferde Grofé.
En el final fue interpretada la Pampeana nro. 2, (rapsodia para cello y piano) de Alberto Ginastera (1916-1983). Basta leer los detallados comentarios de Elena Dabul y Julio Ogas a la edición de la obra integral para piano del compositor (editada por Iván Cosentino) para acceder en algo a la complejidad de su mundo creador. En esta imponente obra hay una exploración en las sonoridades percusivas del piano al estilo de Bartók. Los motivos argentinos surgen, en determinados momentos, de este planteo pianístico: son sus repeticiones y complejidad rítmica lo que va plasmándolos. Las escalas primitivas al lado del lenguaje moderno marcan esta etapa de nacionalismo subjetivo en la cual hay una utilización simbólica de los elementos populares. En otras, hay una exploración del cello, con sordina, con ritmos marcados, con notas agudas, con glissandos. Pareciera, permanentemente, que el sincretismo entre el lenguaje de vanguardia y lo popular se encuentran en función de sonidos nuevos.
Como segundo bis, fue interpretada Alfonsina y el Mar, de Ariel Ramírez (1921-2010).
No es frecuente poder acceder a la riqueza musical de compositores argentinos y tener en vivo obras profundas que no dejan de plantear, una vez y otra, el diálogo de culturas: las formas europeas en aires y motivos argentinos y la resultante de trabajos formalmente originales que están muy lejos de agotarse en una pintura costumbrista. La otra cara es que esa formación europea se ve enriquecida con un aporte temático inconfundible y la inspiración de compositores capaces de trabajar tanto los motivos como los timbres y la construcción musical.
Ciertamente, son trabajos de grandes requerimientos: en la técnica y en la expresividad. Exigen mucha justeza en diálogos de sonoridades siempre netas y la mayoría de las veces muy rápidas que sin un manejo formal adecuado carecerían de continuidad en el fraseo. Los pasajes lentos, como el final de la Cello sonata, piden en cambio un sonido hondo y sensible. Daniel Sergio, licenciado en Artes, ha tenido una prolongada trayectoria en distintas salas, como el Salón Dorado del Teatro Colón y participado en numerosos encuentros de su especialidad. Gaspar Quirós, becado por la Fundación Bernardo Hussay para perfeccionar sus estudios de piano, tiene un repertorio que incluye obras de solista y cámara de Bach, Scarlatti, Schubert, entre otros. Lograron una interpretación de intensidad que dejó advertir el requerimiento técnico pero que fue mucho más allá de él. La sala, cuya filtración de ruidos externos la hace absolutamente inadecuada para la música, los puso a prueba casi tanto como las obras.
La música argentina, por poco frecuente, por relegada, por rica, exige entrega, justo precio por todo aquello que guarda para descubrir



Eduardo Balestena
http://opus155musicadecamara.blogspot.com