domingo, 25 de julio de 2010

Laúd y violín barrocos


Miriam Fernández y Julien Lapeyre se presentaron, el 21 de julio en el Teatro Municipal Colón, en un concierto de laúd y violín barroco.
El Dúo intimidad lleva a cabo una extensa gira, que abarca las presentaciones del repertorio barroco y otras, para guitarra y violín dedicadas al tango.
Las formaciones de cámara más íntimas parecen haber seguido, hasta la época del alto barroco y del pleclacisismo, tesituras distintas que otras, como el concerti grossi o la cantata. En un instrumento de tanta difusión como el laúd, en este caso el barroco, de catorce cuerdas simples, puede confiársele un rol en el apoyo armónico y en el diálogo con el violín. Su sonoridad a la vez dulce y delicada favorece la línea de pura invención melódica, y su aptitud para resonar y extinguir las nota hacia sus armónicos, desvaneciéndolas, además de posibilitar ese apoyo, le confieren un amplio rango de posibilidades expresivas que explican, en mucho, su difusión.
El violín barroco difiere del actual en el arco, la altura del puente, la extensión del mástil, el clavijero y la técnica de ejecución. Es un instrumento de sonido diferente al del violín actual: el inicio de las notas es muy suave y éstas, en una ejecución que privilegia su asociación a los armónicos antes que el brillo, concluyen de una manera más difusa. El fraseo de estos instrumentos es más que nada interno, y la ejecución sin vibrato confiere al sonido más dulzura.
Miriam Fernández inició su carrera en el Conservatorio Luís Gianneo y la prosiguió en Suiza, obteniendo el Premier Prix en Virtuosité avec distinction”, en el Conservatorio de Ginebra, además de sus estudios de Posgrado. Julián Lapeyre completó la suya en Toulouse y es además Licenciado en Musicología por La Sorbonne.
Fueron elegidas obras de compositores muy representativos de un período que llega a ser coetáneo al pre clacisismo: Ernst Gottlieb Baron (1696-1760), Dueto de laúd y violín en sol mayor; Heinrich Biber (1644-1704), Passacaglia en sol menor (para violín barroco); Karl Kohaut (1726-1784), L´amoureux, para laúd y violín barrocos; Leopold Silvius Weiss, Partita en re menor, para laúd; y de Franz Joseph Hydn (1732-1809), Cassation en do mayor, para laúd y violín.
Son numerosos los aspectos que sorprenden en este repertorio. Se trata de un acercamiento al barroco sentido desde su vertiente más cálida y despojada de retórica. En el dúo de ambos instrumentos, el laúd tiene la aptitud para responder a los temas del violín y al mismo tiempo establecer una estructura armónica. En la bellísima suite de Weiss, podemos sentir las diferencias entre las distintas danzas, cada una con una sonoridad propia y un tempo también propio, y la misma doble función de plasmar la melodía y un soporte armónico, lo que habla de la complejidad de la obra. Al concluir cada danza, como luego de cada movimiento, el laúd –cuya música se encuentra escrita en el complejo sistema de la tablatura francesa- continúa resonando, un efecto afortunadamente no desvirtuado por la amplificación que debió aplicárseles a ambos instrumentos.
La passacaglia de Heinrich Biber, con sus resonancias, sus notas dobles y la exploración constante del tema que se reitera de diferentes modos, es una obra que permite desplegar todas las posibilidades del violín barroco: la nitidez de la línea melódica, la flexibilidad de los efectos que se producen sobre ella, y el sentido de progresión de una escritura donde la exposición de lo mismo parece, permanentemente, la de algo nuevo.
Son obras que exigen no sólo en los pasajes cerrados y rápidos o de notas múltiples, sino en una índole de expresividad, en otro lenguaje, en el detalle de las sonoridades en las que estos instrumentos resultan intransferibles.
Miriam Fernández y Julián Lapeyre abordaron obras que tienen mucho para decir en cuanto a los aspectos musicales, por empezar que la música, como dice Horacio Lanci, no paree evolucionar sino cambiar, que aquella más lejana en el tiempo puede ser más cercana en la sensibilidad pero para lograr eso hay que entender y plasmar sus aspectos esenciales: el fraseo, la dinámica, que permanentemente cambia, el ataque, tan suave, el final, difuminado, atender a aspectos tales como el permanente ajuste en la afinación, la dificultad en la lectura, la aptitud para el diálogo y más que nada, la exploración del puro sonido, que no discurre en un esquema de tensión distensión, sino que sigue otras resonancias, las de una estética que siempre guardará aspectos para descubrir.



Eduardo Balestena
http://opus155musicadecamara.blogspot.com/
Biber, Passacaglia en sol mayor, Reinhard Goebel

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