viernes, 25 de septiembre de 2009


Refinamiento y anticipación
El 8 de diciembre se presentó en el Oratorio del Instituto Unzué la Camerata Vocal Juventus, dirigida por el maestro Horacio Lanci, con la participación de Horacio Soria en órgano, y las actuaciones solistas de Laura Pirrucio, contralto, y Victoria Roldán, soprano.
Messe Bréve, de Léo Delibes
Pola Suárez Urtubey sitúa a Léo Delibes (1836-1891) –Historia de la Música, pág.303- en su capítulo sobre el esplendor de la ópera francesa romántica, y menciona sus ballets Coppelia y Sylvia, y sus óperas Le Roi l ´a dite y Lakmé, pero no a esta obra de quien ha dejado su impronta en compositores como Saint Saëns y Debussy, y ha asumido a la misa como la posibilidad de obtener un lenguaje refinado, intimista, con líneas melódicas sencillas, hechas en el despojamiento y a la vez en la utilización de la mayor dulzura y expresividad en el canto. Un ejemplo es el Hostias (que sirvió como bis al final del concierto, ubicados, solistas y coreutas, en los laterales del oratorio), que comienza con un bellísimo solo de contralto, y prosigue con el de soprano, y la intervención del coro. Tal inspiración, clara y despojada, parece lejana a los postulados de la ópera francesa finisecular.
El programa prosiguió con “Canción de cuna de la Virgen María” –para soprano-, de Max Reger (1873-1916), músico y compositor de vida azarosa, que produjo una extensa obra, de la cual son mayormente conocidas las variaciones, sobre un tema de Bach y uno de Mozart, y “O Lord, wNegritahose mercies”, para contralto, de Haendel (1685-1759).
Stabat Mater, de Giovanni Battista Pergolesi (1710-1736)
El poema de Iacopone Da Todi (1230-1306), traducido al español por Lope de Vega, ha inspirado una larga serie de Stabat Mater musicales. En la obra señalada, Pola Suárez Urtubey divide al barroco –que duró alrededor de un siglo y medio- en tres etapas, la primera, entre 1580 y 1630 (Gesualdo, Monteverdi, entre otros), de rechazo a la estética renacentista; el barroco medio, 1630 a 1680 (Lully, Purcel), y el alto barroco (1680 a 1730 o a 1750 en Alemania (Corelli, Vivaldi, Couperin, Bach). Esta cronología ubicaría a Pergolesi, en este último sub período. No obstante, ya el maestro Lanci había dedicado uno de sus programas de “Un viaje al interior de la música”, para explorar el carácter anticipatorio, preclásico, de un creador que, de haber vivido hasta su madurez (murió a los 26 años, víctima de tuberculosis), hubiese influido de otro modo en la historia de la música.
Este carácter lo lleva a explorar, por un lado, los recursos de la estética barroca, como el madrigalismo, es decir, el descenso por semitonos, por ejemplo, en la voz de la soprano solista, para denotar angustia (nro.6, “Quis est homo”, Aria de soprano) y por otra, a explorar la línea de belleza, simplicidad y sensualidad del canto, independientemente del sentido de las frases (por ejemplo en el nro. 4 “O quam triste et afflicta”, aria de contralto). Apenas estrenada, la obra concitó la aceptación más grande y a la vez, enormes críticas y revisiones y arreglos para distintas voces.
En el comienzo, violines primeros, segundos y violas entran en secciones, en una relación de disonancia, procedimiento que es repetido en las voces, en una experimentación armónica. Señala Lanci, que a diferencia de la estética barroca, la escritura del Stabat mater es a dos o tres voces, con textura homófona, por ejemplo, en el nro. 10 (“Sancta Mater, istud agas”) comienza con un unísono que abarca a la orquesta en los primeros compases, para abrirse en dos voces, con secciones, en las frases, de preguntas y respuestas, que corresponde a la estética preclásica.
Pensemos que en el período de composición de esta obra, Bach aún no había escrito el segundo libro de estudios del clave bien temperado. Pergolesi se vale de recursos barrocos, pero no los explora, y explora otros, aún inexistentes en el lenguaje musical, que se consolidarán luego.
Esta formulación exige de las voces el carácter doble de la expresividad sobria y contenida de una obra religiosa, con las exigencias de una bellísima línea sonora, cuyo lucimiento confiere su carácter a una creación que tanto se apoya en los roles solistas, como en el propio coro. Cuando éste no es numeroso, el requerimiento parece todavía mayor.
En este sentido, la Camerata Juventus mostró una homogeneidad absoluta –en toda la línea, con frecuentes y sutiles crescendos-, y las voces solistas de Victoria Roldán y Laura Pirruccio (en una cuerda tan conmovedora y poco frecuente como la de contralto) se movieron en todo momento con el equilibrio que requieren estas tesituras: no es un canto subjetivo, de emociones, pero sí debe ser delicado y conmovedor, plasmado en la renuncia a todo efecto.
El maestro Osvaldo Soria es un tecladista sumamente experimentado, y ha actuado muchas veces con distintos ensambles, siempre con la misma solidez musical. Pero la obra, que admite una variada cantidad de abordajes, pierde sin las cuerdas, máxime en las versiones historicistas por las que puede accederse a ella (como las de George Guest a cargo del Choir of. St. Johns College de Cambridge, y Vincent Dumestre con Le Poème Harmonique).
La actuación del Ensamble Vocal Juventus fue la de un conjunto capaz de abordar con dominio técnico, refinamiento y expresividad, creaciones tan importantes y bellas, dirigidas por un músico como Horacio Lanci, a su vez, historiador, capaz de abrirnos a la profundidad y sensaciones que deparan obras tan valiosas.







Eduardo Balestena
ebalestena@yahoo.com.ar

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