miércoles, 23 de septiembre de 2009

Clacisismo y estilos nacionales de danza instrumental




El ciclo de conciertos “De Bach a Piazzolla” 2007, comenzó en el Teatro Colón, con la presentación de Graciela Alías, en piano, y Aron Kemelmajer, en violín, el 5 de agosto.
Una de sus características son los comentarios introductorios, que guían la escucha y permiten una mejor apreciación de las obras, y de la propuesta musical que plantea el concierto. Otra, la de introducir creaciones, compositores y estéticas, poco transitadas, pero con gran interés musical. Fue el caso de Moszkowski, que cerró el ciclo de verano.
Sonatas de Mozart y Beethoven
Las sonatas abordadas –en si bemol, K. 454 de Mozart, y opus 12, en la menor de Beethoven- tienen en común que sus autores –tal como señaló el comentario- las escribieron a los 28 años, y que resultan exponentes del clacisismo. La de Mozart fue escrita en un día, para una virtuosa del instrumento, y en el estreno el autor interpretó de memoria –porque no había tenido tiempo para escribirla- la parte del piano. También tienen en común que el violín, ya no sirve simplemente de acompañamiento a aquel instrumento, sino que existe una amalgama completa y permanente. La concepción del lenguaje, en cambio, es muy distinta.
En el sonido mozartiano, el violín es intimista y el piano claro, medido y preciso. En el beethoveniano, hay una mayor audacia armónica en el piano, particularmente en el primer movimiento, con mayor énfasis en los aspectos dinámicos.
Ambas demandan el cuidado en el balance, el volumen sonoro, y el diálogo entre los instrumentos, que plantea una exigencia de claridad y sentido expresivo, de minuciosidad en los timbres, justos, contenidos, y la de hacer perceptibles sus diferencias, en versiones que mostraron claramente estos aspectos.
En torno a la Danza
En la segunda parte hubo una referencia introductoria a la danza, como una de las expresiones de sentimientos más antigua, y su derivación, la danza instrumental, es decir, el uso del material sonoro en una forma independiente a la expresión por medio del cuerpo.
De este modo, se tomaron tres estéticas nacionales completamente distintas, ejemplos de danzas instrumentales, o formas musicales derivadas de ellas, comenzando por Tres danzas israelíes, opus 192 de Marc Lavry : “Sher”, “Casamiento Yemenita” y “Hora”. Marc Lavry (1903-1967) ha dejado numerosas obras, muchas de ellas de carácter religioso. En este caso, se trata de trabajos breves, de mucha riqueza expresiva, y vivamente rítmicos, en una estética que recuerda el sonido de la obertura sobre temas hebreos de Prokoviev, y las danzas de Katchaturian, pues, pese a las diferencias, tienen la misma espirituosa vivacidad.
Lo más rico musicalmente, de esta segunda parte, fueron las Seis danzas rumanas, de Bela Bartók (1881-1945), cultor, junto con Zoltán Kodàly, del nacionalismo cientificista, quien recopiló unas siete mil melodías magiares, en un método que extendió al estudio de las rumanas, rutenas, eslovacas, búlgaras, y turcas, que conforman elementos de un sistema de composición muy complejo, que va desde el enorme refinamiento y variedad tímbrica de su música sinfónica –como la Música para cuerdas, percusión y celesta-, a los modos antiguos –Contrastes para violín, clarinete y piano- o a la apariencia de rusticidad, como la de estas danzas, de una enorme, simple, y atrapante belleza.
La versión de Zoltán Kocsis, para piano solo, les confiere el equilibrio justo. En esta oportunidad, tuvimos una primera danza en un tempo más lento, que reparó más en la acentuación que en la línea de una sencilla y cautivante melodía. Las restantes, permitieron apreciar el grado de dificultad en el violín. Si bien, en lo personal, la obra resulta insuperable en la versión de piano solo, en la de piano y violín es posible apreciar el carácter popular, a la vez virtuoso de la voz concedida a este instrumento, y la dificultad que le está reservada, en la rapidez, y en el registro de los sonidos que se le exigen.
Bela Bartók es uno de los compositores más enormes en la historia de la música, y no resulta nada frecuente poder escuchar en vivo sus obras, máxime en una creación tan bella y representativa.
El programa concluyó con Cuatro tangos, de Astor Piazzolla: “Guardia vieja”, “Tzigane tango”, “Lo que vendrá” y “Escualo”, luego de una referencia al origen de esta forma musical rioplatense, derivada del nombre de un instrumento de percusión con el que se acompañaba una danza.
Resulta siempre interesante el sincretismo entre la forma propia del tango, y las de la llamada “música culta”, y a Piazzolla le cabe el mérito de llevar esa atmósfera sonora tan propia, y reelaborarla en timbres diferentes, ya que el protagonismo dado al violín, le concede una peculiaridad inconfundible. Ya no se trata de danza, es una forma instrumental, mixtura de obra de cámara y obra popular, pero que contiene el espíritu de transgresión propio del género.
Fue una propuesta que implicó el desafío de transitar estilos radicalmente diferentes, con exigencias también muy diferentes, y el mérito de difundir obras tan ricas y desconocidas como las de Marc Lavry, y tan poco escuchadas como las de Bela Bartók.



Eduardo Balestena

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