Los límites
de la delicadeza
En el concierto inicial del octavo año del ciclo
de Bach a Piazzolla, el 22 de julio en el Teatro Municipal Colón, contó con las
actuaciones de Silvia Bango en piano; Federico Dalmacio en cello y Mario Romano
en clarinete.
Gran dúo
concertante opus 48 de Carl Maria von Weber
Muy distintos son los requerimientos
del gran dúo concertante de Weber, tanto en la rapidez como en la claridad y
musicalidad de frases, por ejemplo en el andante central, elementos sin los
cuales la obra se reduciría a su planteo virtuosístico. Aunque no mucho, va más
allá de esos postulados, en una textura muy cerrada donde debe haber un claro
balance entre el tempo y la articulación de frases siempre en registros tan
claros que toda elección que no sea la justa afectaría al conjunto. No es sólo
la rapidez, sino también el acento, pero los tiempos de decisión para saber que
acentuar y cómo son ciertamente breves y riesgosos y la precisión absoluta entre
los dos instrumentos. Mario Romano hizo ya como solista el concierto nro. 2 de
Weber, y se mueve con una absoluta libertad en una obra cuyo rondó por ejemplo
requiere, en su sección central, rápidos e intrincados pasajes que pasan luego
al piano, en una frase –la inicial- que no debe perder nunca ese carácter
cristalino y de divertimento. Otro pasaje de gran dificultad es el del final
del rondó.
Trío
opus 114 de Johannes Brahms
A la escritura de la cuarta sinfonía sobrevino una
etapa diferente, la de una música de cámara poética, madura e introspectiva. Es
en esa etapa en la que Brahms conoció, en 1891, a Richard von
Meinigen, un virtuoso clarinetista que influyó sus obras dedicadas a un
instrumento del que tomó la sonoridad más plácida y dulce. El virtuoso del
piano concibió así este trío en el cual reserva al cello y al clarinete el
planteo de la obra y la presentación de sus temas, con la intervención de un
piano siempre envolvente y en una doble función expresiva y de soporte. Es muy
estrecho y sutil el diálogo, particularmente entre el cello –que enuncia el
bello tema inicial- y el clarinete en un conjunto que sonó muy armado, tanto en
la precisión de las intervenciones como en el timbre. No es fácil ese resultado
en instrumentos como el cello y el clarinete.
Obra tan precisa como sutil, uno de
sus mejores momentos quizás sea el adagio, una forma ternaria A-B-A en la que
el clarinete presenta el tema mientras el piano y el cello lo subrayan
armónicamente; luego va tomándolo el cello, mientras el clarinete pasa a
subrayar la intervención de la cuerda; un lenguaje que preanuncia al quinteto
opus 115, obra también profunda y madura. El tema es variado –en la sección
central- por los instrumentos, como lo será en el quinteto, en lo que parecen
cambios tonales y modales. Es muy bella –quizás el mejor momento de la obra- la
enunciación del clarinete luego de la sección central: con más lentitud, notas
más prolongadas y, al parecer, en otra tonalidad.
Silvia
Bango, Federico Dalmacio y Mario Romano obtuvieron una versión de muchos
matices, de sutileza en la concepción sonora y de entendimiento en un diálogo
al que siempre pudieron darle las inflexiones justas, tanto en el tempo de
andantino (como el del quinteto, es delicado en esa elección), y el enérgico
Allegro final cuyo diálogo se hace rápido, en notas de corta duración y en una
gradación de intensidades siempre cambiante.
También a Brahms cabe la frase de
Gabriel Fauré de haber llevado muy lejos la barrera de la delicadeza.
Eduardo
Balestena
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