.Leonardo Chacón Oribe, piano
.Espacio Colectivo de Experimentación
Musical (ECEM), Mar del Plata, 9 de septiembre, hora 18.
El
pianista marplatense –radicado en Buenos Aires- Leonardo Chacón Oribe, brindó
su primer recital profesional en su ciudad natal. Antes de ello actuó en tal
carácter en otras sedes.
El
programa se inició con la Sonata nro. 1,
en fa menor, opus 2 de Ludwig van
Beethoven (1770-1827). El opus 2 está integrado por las sonatas números 1,
2 y 3. La primera, compuesta entre
1794 y 1795, y dedicada a Franz Joseph Haydn muestra, de manera
evidente, que gran parte de los elementos del lenguaje pianístico del gran
compositor ya estaban presentes en la que está numerada como su primera obra
del género (aunque en rigor no lo sea, ya que antes Beethoven había escrito
otras).
Prueba de la importancia y vigencia de
su lenguaje son la clara impronta rítmica del Allegro en fa menor, en compás binario, el desarrollo a través de
la transformación de una célula rítmica, la concisión, el ímpetu y un toque
claro y destacado que, en el segundo movimiento, (Adagio en 3/4) recuerda a
Mozart. El cuarto movimiento (Prestissimo
en fa menor en compás de 2/2) evoca, en su fuerte impulso inicial, a obras como
la sonata Waldstein. Es un movimiento temáticamente muy rico, donde la forma de
desarrollo habitual es manejada con mucha libertad y cierra con una nutrida
recapitulación de los motivos anteriores.
Va de suyo que no se trata de un trabajo de iniciación sino de una obra
adulta y fundante, de complejidad temática y técnica.
El Estudio Nro. 7 (Eroica) en mi
bemol mayor, de Franz Liszt (1811-1886)
fue la siguiente obra. Descriptiva y de gran sonoridad en toda la extensión del
instrumento, es uno de los 12 estudios trascendentales. Está concebido en
escalas descendentes de gran bravura, luego de las cuales se presenta el tema
central heroico.
Le
sucedieron los Funerales, de las Piezas poéticas y religiosas del mismo
autor y una de sus obras más conocidas, donde –tal como sucede en el poema
sinfónico Muerte y Transfiguración,
de Richard Strauss- las connotaciones de la muerte van pasando del dolor
inicial al tránsito del alma a un ámbito liberador, en una textura de gran
expresividad, donde el compositor renuncia a todo efecto y cada elemento tiene
una función definida en el programa de la obra. Hay un momento de virtuosismo
antes de retomar el tema inicial. Se trata de una obra en que la demanda es
expresiva y a la vez técnica.
Las Danzas Argentinas, opus 2 de Alberto Ginastera (1916-1983) cerraron
el programa. Integrado el conjunto por la Danza del Viejo Boyero; la Danza de
la Moza Donosa y del Gaucho Matrero, su paleta de sonidos es de una enorme
riqueza que se apoya en las escalas que el compositor utiliza tanto como en la
impronta exuberante y rítmica de la primera, la dulzura de la sencilla línea
melódica de la segunda e intensa bravura de la última, con su tema central que
alterna con rápidos desarrollos que lo enmarcan y que finalmente lo resuelven
en un gran final.
Fuera de
programa interpretó los Preludios del
opus 11 de Alexander Scriabin
(1872-1915) números 22, 13, 10 y 9, que corresponden a una serie de 24
preludios escritor entre 1888 y 1896. Son de una belleza serena e
introspectiva.
Fueron
el cierre ideal para el concierto.
Distintos
lenguajes, distintas exigencias con un elemento común: el virtuosismo de las
obras.
Discípulo
del maestro Aldo Antognazzi, Leonardo Chacón Oribe es un solista de gran manejo
técnico, muy perfeccionista y formado en la idea del maestro Antognazzi de que
el abordaje de las creaciones musicales es parte de un proceso interior, un
aprendizaje del intérprete donde el significado de las obras es tan central
como la técnica destinada a abordarlas.
La forma
es una parte de lo musical pero debe servir a algo que vaya más allá de ella y
en esa síntesis –forma y significado- es donde, precisamente, reside lo
musical.
Antes de
iniciar el concierto Leonardo Chacón Oribe se refirió –con gran concisión y
claridad- al programa que iba a abordar,
a las exigencias de las obras, a su lenguaje y a las razones por las cuales las
había incluido.
Nuevamente es de lamentar no solo la
inexistencia de programas de mano, que nos priva de conocer la información
general del intérprete además de las obras que integran el programa, agravado
ello porque no se cuenta siquiera con un anuncio general con tal información.
El efecto pandemia se extiende más allá de la pandemia misma e instala una
nueva forma de pobreza en la cual el hecho musical pierde una de sus
características, una básica, que es saber quién y qué habrá de tocar.
Un suma,
pudimos acceder a un programa de obras de gran importancia musical por un
pianista joven pero ya muy formado, de gran manejo en la técnica y la
expresividad.
Eduardo
Balestena