El concierto
del 10 de febrero del Ciclo de Música de Cámara de Bach a Piazolla, en el
Teatro Municipal Colón contó con la actuación de Juan Pablo Gez Carballo
(viola); Aron Kemelmajer (violín) y Alexis Nicolet (flauta).
El programa
comenzó con el Dúo para violín y viola,
K.v. 423 en sol mayor, de Wolfgang
Amadeus Mozart. Ya desde su comienzo, con un motivo de violín y su sección
de respuesta, ambos instrumento se amalgaman en un diálogo cerrado que marca
todo el desarrollo de la forma sonata de ese primer movimiento. Afinación,
ductilidad en el fraseo, un timbre suave, no incisivo –lo cual se hace más
evidente en el adagio- son los requerimientos que plantea un trabajo que nos
dice que difícilmente las obras de Mozart carecen de originalidad e interés:
siempre hay algo que es propio en cada una.
El Trío para violín, viola y flauta
“Serenata”, opus 25 de Ludwig van
Beethoven que siguió es una obra de diversidad y riqueza formal en esa
concepción de serenata para tres instrumentos. Diversidad en las formas, en los
volúmenes, en el ritmo y un sentido de invención permanente que se establece ya
desde el comienzo. Sin un desarrollo melódico amplio sino con una trama de
motivos desarrollados por tres instrumentos casi en paridad –casi porque el de la
flauta resulta el timbre más neto y que parece marcar el rumbo- se logra un
todo grácil, imaginativo y rico en permanente cambio, con variaciones (como era
dable esperar en un compositor que llevó a esa forma a una cúspide). Por
momentos –como en el adagio-allegro vivace final aparece cierta indefinición
tonal que hace pensar en la obra posterior de Beethoven. Obra de inventiva, sus
recursos parecen muchos, también sus exigencias.
El
programa concluyó con el Trío para
violín, viola y flauta “Serenata”, op. 141 a de Max Reger (1873-1916) en la cual el contraste entre los motivos
rápidos y la armonía con los que son tratados hace sumamente interesante, y la
ubican más cercanamente al lenguaje del siglo XX que al post romanticismo del
cual Reger es exponente. Quita todo efecto a las voces instrumentales que trata
de un modo sobrio, despojado, utilizando el contrapunto –como en el bellísimo
largheto- en que los instrumentos tratan
alternadamente los elementos musicales. Las voces parecen modular a otras
tonalidades y desvanecerse al tiempo que surgen.
Obras de relieves, de exigencias específicas
cada una de ellas, no son posibles de abordar sin un entendimiento
interpretativo entre los ejecutantes. En la de Beethoven, acaso la más variada
y demandante, requiere ser abordada desde un aspecto dinámico siempre cambiante
donde las intensidades distintas deben ser resueltas en un fraseo grácil y con continuidad en elementos de dificultad
en sí mismos. El ejemplo más notorio es el de la flauta. El uso de la viola
parece lejos de ser relegado a un simple soporte armónico y explotarse su
timbre dulce, algo apagado, de sonidos más difuminados que los del violín.
Alexis Nicolet mostró su ya reconocida solvencia en el fraseo propio de esta
tesitura. Solista formado, que lo ha sido en obras tan dificultosas como el
concierto de Khachaturian para flauta, es evidente su aptitud para la música de
cámara. Violista en la Orquesta Sinfónica Municipal y en la Sinfónica de
Olavarría, Juan Pablo Gerez Carballo mostró no sólo un sonido trabajado sino
que también una completa amalgama con el conjunto en una formación que no
admite vacilaciones.
Completo
como presentador de las obras, Aron Kemelmajer sabe plantear los aspectos
salientes capaces de guiar el acceso a compositores y períodos y la escucha de
obras no siempre habituales en el repertorio de cámara. Músico de una vasta
experiencia –sinfónica y de cámara- capaz de abordar lenguajes diversos, ha
mostrado nuevamente que el camarístico es un género en el que se desenvuelve
con absoluta comodidad.
Eduardo Balestena