El concierto del 9 de octubre del ciclo de Bach a Piazzolla contó con las actuaciones de Haydeé Francia y Aron Kemelmajer (violines); Irina Iacovleva (viola); Graciela Alías (piano) y Siro Bellisomi (cello). En el programa fueron interpretados el cuarteto opus 18 nro. 1 de Beethoven y el Quinteto para piano y cuerdas opus 34 de Johannes Brahms.
Cuarteto de cuerdas opus 18 no. 1, de Ludwig van Beethoven: Esta obra, que pese a responder a un ideal clásico está dada en una marcada libertad de recursos, permitió apreciar una formación muy homogénea en técnica y expresividad, en un cuarteto en donde tanto la articulación de las voces como el aspecto dinámico implican un gran requerimiento. Por ejemplo el rápido tema inicial del último movimiento que, tras su enunciación, crea un clima de expectativa que se resuelve en episodios que conducen nuevamente al motivo inicial.
Quinteto opus 34 para piano y cuerdas de Johannes Brahms: La versión que se obtuvo en este concierto (tan diferente por ejemplo a la de los miembros del Berlin Philarmonic Octet) optó por apoyarse en lo compacto de la forma, en la energía de su formulación general de la obra y en su fuerza pero mostró en todo momento su claridad, aun cuando el andante un poco adagio no haya mostrado la dulzura y delicadeza de los movimientos lentos de Bramhs, en un volumen algo alto en los dos violines y a un tempo algo rápido.
Es, evidentemente, una obra maestra. Su versión final no delata las alternativas de su génesis (nació tempranamente como un quinteto para arcos, convirtiéndose luego en una sonata para dos pianos –opus 34b- para adquirir, recién en 1864, es decir, en plena madurez, su forma actual). En ella Brahms, como en sus obras de cámara previas a las sinfonías, parece fundar una estética donde el material temático carece de inflexiones subjetivas y de un propósito funcional: no importa la función que un motivo cumpla en el todo, entraña belleza, detalle y desarrollo en sí mismo y es resuelto con autonomía.
Entraña dos dificultades. Una es técnica: lograr el ensamblaje de elementos afines temáticamente y en donde la división en voces es esencial. Otra dificultad es hacer que esa técnica permita reflejar la personalidad de ese sonido. Hacer que Brahms suene, inconfundiblemente, como Brahms.
Constructivamente, es una formulación muy libre. El último movimiento, por ejemplo, en el que el motivo inicial regresa, modificado y motiva desarrollos surgidos a partir de sus elementos, sin que acertemos a determinar si se trata de una forma rondó o un tema con variaciones.
Se trata de muy reconocidos intérpretes y manejo de un trabajo tan denso y refinado, su amalgama y el modo en que pudieron plasmarlo: a partir de una concepción propia y de conocimiento profundo de la obra permitieron ese resultado.
Eduardo Balestena
http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com/
Cuarteto de cuerdas opus 18 no. 1, de Ludwig van Beethoven: Esta obra, que pese a responder a un ideal clásico está dada en una marcada libertad de recursos, permitió apreciar una formación muy homogénea en técnica y expresividad, en un cuarteto en donde tanto la articulación de las voces como el aspecto dinámico implican un gran requerimiento. Por ejemplo el rápido tema inicial del último movimiento que, tras su enunciación, crea un clima de expectativa que se resuelve en episodios que conducen nuevamente al motivo inicial.
Quinteto opus 34 para piano y cuerdas de Johannes Brahms: La versión que se obtuvo en este concierto (tan diferente por ejemplo a la de los miembros del Berlin Philarmonic Octet) optó por apoyarse en lo compacto de la forma, en la energía de su formulación general de la obra y en su fuerza pero mostró en todo momento su claridad, aun cuando el andante un poco adagio no haya mostrado la dulzura y delicadeza de los movimientos lentos de Bramhs, en un volumen algo alto en los dos violines y a un tempo algo rápido.
Es, evidentemente, una obra maestra. Su versión final no delata las alternativas de su génesis (nació tempranamente como un quinteto para arcos, convirtiéndose luego en una sonata para dos pianos –opus 34b- para adquirir, recién en 1864, es decir, en plena madurez, su forma actual). En ella Brahms, como en sus obras de cámara previas a las sinfonías, parece fundar una estética donde el material temático carece de inflexiones subjetivas y de un propósito funcional: no importa la función que un motivo cumpla en el todo, entraña belleza, detalle y desarrollo en sí mismo y es resuelto con autonomía.
Entraña dos dificultades. Una es técnica: lograr el ensamblaje de elementos afines temáticamente y en donde la división en voces es esencial. Otra dificultad es hacer que esa técnica permita reflejar la personalidad de ese sonido. Hacer que Brahms suene, inconfundiblemente, como Brahms.
Constructivamente, es una formulación muy libre. El último movimiento, por ejemplo, en el que el motivo inicial regresa, modificado y motiva desarrollos surgidos a partir de sus elementos, sin que acertemos a determinar si se trata de una forma rondó o un tema con variaciones.
Se trata de muy reconocidos intérpretes y manejo de un trabajo tan denso y refinado, su amalgama y el modo en que pudieron plasmarlo: a partir de una concepción propia y de conocimiento profundo de la obra permitieron ese resultado.
Eduardo Balestena
http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com/