domingo, 17 de mayo de 2015

Pro Musica Antiqua Rosario en el Ciclo de Intérpretes Argentinos


.Conjunto Pro Musica Antiqua Rosario
.Director: Cristián Hernández Larguía
.Teatro Colón de Buenos Aires,  18 de mayo.

El Ciclo de Intérpretes Argentinos del Teatro Colón contó con la actuación de este prestigioso y reconocido grupo formado en 1962 por su actual director, el maestro Cristián Fernández Largía, en un programa dedicado a “Música y Monarquía”, en que fueron abordadas obras representativas de la época de Enrique VIII e Isabel I.
Es habitual que las presentaciones del ensamble se encuentren orientadas hacia un período o aspecto musical determinados. Como lo ilustró el maestro a lo largo de la presentación siempre la música acompañó a todos los acontecimientos importantes. Fue también así durante el renacimiento, período en el cual, como en el caso de Enrique VIII e Isabel I, los reyes solían interpretar más de un instrumento y ser autores de obras destinadas a distintos propósitos.
Con anterioridad a  conceptos como el de público o ámbitos como el teatro, la música era parte de la vida cotidiana a grado tal que en las tabernas de Inglaterra había laúdes para que los parroquianos pudieran tocarlos mientras esperaban (lo que da idea además de la amplia difusión del instrumento).
Anterior a la consolidación de la tonalidad y de las formas propias del barroco, el sentido de espontaneidad y frescura caracteriza a esta etapa, en un instrumental muy variado, colorido, de sonidos muy diferentes a los del  período posterior: largas líneas melódicas, muchas veces sin resolución; madrigalismo en las voces que sigue la inflexión subjetiva del sentido, son algunas de sus características salientes.
El maestro ilustró, por ejemplo, que My Lady Carey’ s (danza), anónimo, para virginal (instrumento de teclado similar al clave, propio de Inglaterra), tocada en clave, cuyas diferencias sonoras son mínimas respecto al virginal, que constituye un punto de inflexión entre la música del período de Enrique VIII y el de Isabel I es la primera obra concebida en términos del lenguaje del teclado. Ello fue posible de apreciar tanto en la línea melódica como en el soporte del bajo que la acompaña: un lenguaje netamente para teclado, con desarrollos extensos de elementos temáticos, con un sentido del cambio y de la sonoridad y una función definida del bajo. Fue abordada por Manuel Marina, quien además de solista de clave es también intérprete de viola da gamba, flauta travesera renacentista y voz. Ello marca otra de las características del conjunto: músicos que se desempeñan en distintos instrumentos y que, en oportunidades sentados ante los atriles, cantan. La presencia de la música del renacimiento lleva el signo de lo grupal, del cambio, de la exploración, más allá de una concepción individual.
En tal sentido, el de las voces es uno de los aspectos más salientes: música espontánea, no destinada a salas grandes sino a las pequeñas cámaras, con instrumentos de un timbre cálido, dulce, muchas veces impreciso, sin el brillo ni el alcance del instrumental contemporáneo –pero con una connotación de cercanía y encanto en el sonido absolutamente propia-  y  con una afinación muy distinta, tienen su correlato en la voz: un canto sin vibrato, un sentido íntimo de la frase y de la línea como una suerte de descubrimiento e improvisación, como el bellísimo Can she excuse me wrong? (ayre) para mezzosoprano –en la que intervino como solista María Soledad Gauna- y laúd de John Dowland (1565-1626). No obstante, otras obras están –tales como See, see the shepperd’ s queen, de Thomas Tomkins (1573-1656) concebidas de forma compleja, fugada, rápida y sus demandas interpretativas son diferentes. Ambas, junto con Hark, all ye lovely saints above (ballet) grupo vocal e instrumental, de Thomas Weelkes (1575-1623) pertenecen al período isabelino. Pasajes que parecerían originalmente pensados como un duelo de improvisaciones alternan en distintos dúos de instrumentos –percusión, flauta- ; otros a cargo de varios solistas vocales lo hacen sobre el fondo del resto del coro, y son muestras de lo espontáneo y variado de un discurso musical y de la riqueza de obras probablemente no pensadas con una finalidad estética y que simplemente surgían ante determinadas ocasiones.
El manejo de un instrumental tan rico: percusión; flauta dulce; cromorno; dulción; sacabuche; viola da gamba y el de la voz son absolutos; su evidente perfección ha llevado a Pro musica Antiqua Rosario al lugar que ocupa en la escena musical: una estética hecha de lo grupal, un sentido de totalidad sólo posible en la homogeneidad del nivel interpretativo, y un conocimiento profundo permiten acceder a obras musicalmente muy bellas y variadas. Ya la constitución del grupo, con el maestro Néstor Mozón como subdirector; Susana Iriberri y Manuel Marina como asistentes y María del Carmen Dall´Aglio y Myrtha Spam a cargo de los ensayos parciales es un indicador de la modalidad de trabajo que  impera en un grupo que ha llevado a cabo giras por distintos países europeos y americanos (Inglaterra, Alemania, España, Italia, Estados Unidos, entre otros).
También evidente es el liderazgo del carismático maestro Hernández Largía, su entusiasmo, su conocimiento tan profundo de los repertorios abordados,  algo que, indudablemente, ha formado la identidad de este conjunto.
Ello es indicativo, asimismo, del valor del Ciclo de Intérpretes Argentinos que se lleva a cabo gratuitamente.






Eduardo Balestena