.Conjunto
Pro Musica Antiqua Rosario
.Director:
Cristián Hernández Larguía
.Teatro
Colón de Buenos Aires, 18 de mayo.
El Ciclo de Intérpretes Argentinos del Teatro
Colón contó con la actuación de este prestigioso y reconocido grupo formado en
1962 por su actual director, el maestro Cristián Fernández Largía, en un
programa dedicado a “Música y Monarquía”, en que fueron abordadas obras
representativas de la época de Enrique VIII e Isabel I.
Es habitual que las presentaciones del ensamble se
encuentren orientadas hacia un período o aspecto musical determinados. Como lo
ilustró el maestro a lo largo de la presentación siempre la música acompañó a todos
los acontecimientos importantes. Fue también así durante el renacimiento,
período en el cual, como en el caso de Enrique VIII e Isabel I, los reyes
solían interpretar más de un instrumento y ser autores de obras destinadas a
distintos propósitos.
Con anterioridad a
conceptos como el de público o ámbitos como el teatro, la música era
parte de la vida cotidiana a grado tal que en las tabernas de Inglaterra había
laúdes para que los parroquianos pudieran tocarlos mientras esperaban (lo que
da idea además de la amplia difusión del instrumento).
Anterior a la consolidación de la tonalidad y de
las formas propias del barroco, el sentido de espontaneidad y frescura
caracteriza a esta etapa, en un instrumental muy variado, colorido, de sonidos
muy diferentes a los del período
posterior: largas líneas melódicas, muchas veces sin resolución; madrigalismo
en las voces que sigue la inflexión subjetiva del sentido, son algunas de sus
características salientes.
El maestro ilustró, por ejemplo, que My Lady Carey’ s (danza), anónimo, para
virginal (instrumento de teclado similar al clave, propio de Inglaterra),
tocada en clave, cuyas diferencias sonoras son mínimas respecto al virginal, que
constituye un punto de inflexión entre la música del período de Enrique VIII y
el de Isabel I es la primera obra concebida en términos del lenguaje del
teclado. Ello fue posible de apreciar tanto en la línea melódica como en el
soporte del bajo que la acompaña: un lenguaje netamente para teclado, con
desarrollos extensos de elementos temáticos, con un sentido del cambio y de la sonoridad
y una función definida del bajo. Fue abordada por Manuel Marina, quien además
de solista de clave es también intérprete de viola da gamba, flauta travesera
renacentista y voz. Ello marca otra de las características del conjunto:
músicos que se desempeñan en distintos instrumentos y que, en oportunidades sentados
ante los atriles, cantan. La presencia de la música del renacimiento lleva el
signo de lo grupal, del cambio, de la exploración, más allá de una concepción
individual.
En tal sentido, el de las voces es uno de los
aspectos más salientes: música espontánea, no destinada a salas grandes sino a
las pequeñas cámaras, con instrumentos de un timbre cálido, dulce, muchas veces
impreciso, sin el brillo ni el alcance del instrumental contemporáneo –pero con
una connotación de cercanía y encanto en el sonido absolutamente propia- y con
una afinación muy distinta, tienen su correlato en la voz: un canto sin
vibrato, un sentido íntimo de la frase y de la línea como una suerte de
descubrimiento e improvisación, como el bellísimo Can she excuse me wrong? (ayre) para mezzosoprano –en la que
intervino como solista María Soledad Gauna- y laúd de John Dowland (1565-1626). No obstante, otras obras están –tales
como See, see the shepperd’ s queen,
de Thomas Tomkins (1573-1656) concebidas
de forma compleja, fugada, rápida y sus demandas interpretativas son diferentes.
Ambas, junto con Hark, all ye lovely
saints above (ballet) grupo vocal e instrumental, de Thomas Weelkes (1575-1623) pertenecen al período isabelino. Pasajes
que parecerían originalmente pensados como un duelo de improvisaciones alternan
en distintos dúos de instrumentos –percusión, flauta- ; otros a cargo de varios
solistas vocales lo hacen sobre el fondo del resto del coro, y son muestras de
lo espontáneo y variado de un discurso musical y de la riqueza de obras
probablemente no pensadas con una finalidad estética y que simplemente surgían
ante determinadas ocasiones.
El manejo de un instrumental tan rico: percusión;
flauta dulce; cromorno; dulción; sacabuche; viola da gamba y el de la voz son
absolutos; su evidente perfección ha llevado a Pro musica Antiqua Rosario al
lugar que ocupa en la escena musical: una estética hecha de lo grupal, un
sentido de totalidad sólo posible en la homogeneidad del nivel interpretativo,
y un conocimiento profundo permiten acceder a obras musicalmente muy bellas y
variadas. Ya la constitución del grupo, con el maestro Néstor Mozón como
subdirector; Susana Iriberri y Manuel Marina como asistentes y María del Carmen
Dall´Aglio y Myrtha Spam a cargo de los ensayos parciales es un indicador de la
modalidad de trabajo que impera en un
grupo que ha llevado a cabo giras por distintos países europeos y americanos
(Inglaterra, Alemania, España, Italia, Estados Unidos, entre otros).
También evidente es el liderazgo del carismático
maestro Hernández Largía, su entusiasmo, su conocimiento tan profundo de los
repertorios abordados, algo que,
indudablemente, ha formado la identidad de este conjunto.
Ello es indicativo, asimismo, del valor del Ciclo
de Intérpretes Argentinos que se lleva a cabo gratuitamente.
Eduardo
Balestena